En su
libro ‘Diga
33’, una divertida y recomendable recopilación de anécdotas médicas, José Ignacio de Arana explicaba el caso de un irritado marido que puso
una reclamación al hospital donde habían ingresado a su mujer porque
–textualmente- “le habían quitado su olor a hembra”, tras haberle lavado los
genitales. Espectacular y real como la vida misma.
Recordé
esa anécdota ayer cuando encontré un exquisito artículo de investigadores
mexicanos publicado en la revista ‘Frontiers in
Endocrinology’. Lo que estudiaron, nada más y nada menos, fue cómo reaccionan
biológicamente los hombres cuando se les da oler un extracto de sobaco femenino
o de vagina, evidentemente también femenina.
El artículo se titula ‘Cambios en los niveles salivares de
testosterona y cortisol y en el deseo sexual en varones tras oler esencias de
axila y vulva femeninas’ (Front.
Endocrinol. 4:159. doi: 10.3389/fendo.2013.00159). Y sin duda, arroja
interesantes descubrimientos.
Participaron
45 mujeres jóvenes que prestaron sus efluvios a la ciencia y 115
valientes machos que se dedicaron a olisquearlos, también en aras del progreso
de la humanidad, por supuesto. Todos eran voluntariosos estudiantes y todos
declararon ser heterosexuales. La gratificación para los chicos: unos 15
dólares por cabeza (o nariz). Para ellas el doble, ya que proporcionaron sus muestras
dos veces.
Estos
particulares extractos aromáticos se recolectaron utilizando almohadillas
colocadas en las axilas y salvaslips en la entrepierna –obvio- que llevaron
durante toda la noche previa al experimento.
A los
hombres les tomaron muestras de saliva antes de dedicarse a olfatear, así como
a los 15, 30, 60 y 75 minutos después de exponerse a los olores femeninos.
Inmediatamente después de poner a trabajar sus pituitarias también debían
responder a un cuestionario donde tenían que valorar si les había gustado la
fragancia olisqueada y, después de recoger la última muestra de saliva, debían
reconocer si había aumentado su deseo sexual.
Los
autores, con la psicóloga Ana Lilia Cerda-Molina como primera firmante,
explican al inicio de su artículo que “los olores vaginales y axilares
femeninos contienen información sobre su atractivo”. Se me ocurre que tal vez también
contengan información sobre su carencia de atractivo, pero eso es otra cuestión. Vayamos a
comentar los resultados...
Un
aspecto interesante de la investigación es que la recolección de muestras oloríficas se
llevó a cabo en dos fases distintas del ciclo menstrual, de modo que disponían
de extractos recogidos cuando las mujeres estaban ovulando y extractos de la
fase lútea, la tercera y última del ciclo que tiene lugar después de la ovulación.
Lo que
comprobaron es que la concentración de la 'hormona de la masculinidad', la testosterona,
en la saliva de los hombres varía de forma significativa en función de la
fuente del aroma. Las esencias de axila y vulva de las mujeres en fase
ovulatoria incrementaron los niveles de testosterona en la saliva de los
varones, pero los disminuyeron si se trataba de muestras tomadas durante la
fase lútea.
En
cuanto al cortisol, ocurre lo mismo tras meter
las narices en muestras de axila y vulva de mujeres que están ovulando. Los
niveles de la llamada ‘hormona del estrés’ aumentan inmediatamente, pero disminuyen a medida que
pasa el tiempo hasta situarse en valores normales al cabo de 75 minutos. La
esencia de alerón de mujer en fase lútea disminuye las concentraciones de
cortisol, pero la de vulva las aumenta considerablemente, incluso en esta fase
del ciclo menstrual, si bien descienden pasada la primera media hora.
¿Y en
cuanto al apetito sexual? Pues bien, si las emanaciones son de mujer ovulando,
tanto de axila como de vagina, son capaces de aumentar el interés sexual de los
hombres. Más incluso el olor de axila que el de entrepierna. Por el
contrario, si se trata de esencias de mujeres que ya han ovulado, el interés
disminuye en lugar de aumentar.
Nos
queda la valoración que hacen los participantes masculinos sobre si les gustó o
no cada una de las fragancias. Hay que tener en cuenta que ninguno sabía
durante el experimento qué es lo que estaban husmeando –aunque algunos más
espabilidados tuvieran alguna sospecha- y que en determinadas ocasiones no se
les daba a oler más que aire normal y corriente. En este sentido, los
resultados son similares a lo observado hasta ahora. Es decir, que encontraron
más placenteros los efluvios axilares y vaginales de las mujeres en fase
ovulatoria y más desagradables los obtenidos de las mujeres en fase lútea.
Dicho de otro modo, estos últimos podríamos considerarlos más ‘hedor’ que
‘fragancia’.
El
estudio sirve como llamada a la reflexión acerca de las conservación de nuestros instintos más
primigenios, de cuando éramos primates arborícolas sin taparrabos que se
excitaban ante la presencia –y aroma- de las hembras en su momento más
fértil.
Me
gustaría saber ahora si existen estudios a la inversa, de mujeres oliendo
esencias masculinas y contestando a cuestionarios sobre si les gusta el aroma
de sobaco de macho revenido. Tengo mis dudas pero prometo buscarlos.
Y por
último, no quiero imaginarme a más de uno de vosotros olisqueando esta noche los
recovecos de la parienta para descubrir si sois capaces de adivinar en qué fase
de la menstruación se encuentra. Que os conozco...
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