miércoles, 30 de septiembre de 2015

La insoportable levedad vital del dibujo animado

Ser dibujo animado no es nada fácil. Sus vidas se enfrentan a grandes peligros y la Parca se ceba con ellos mucho más de lo que nos pensamos. El Coyote o el gato Tom podrían ser un buen ejemplo del riesgo que corren en sus andanzas depredadoras, aunque sus “accidentes” rara vez acaban definitivamente con su existencia. Pero no me refiero a este tipo de personajes cómicos, sino a otros dibujos cuyo tránsito tiene un impacto dramático mucho mayor, sobre todo entre los más pequeños.

Resulta que en las películas animadas más taquilleras de la historia el riesgo de muerte en pantalla de personajes importantes es superior que el de los personajes de carne y hueso que aparecen en las películas dramáticas.

Es la conclusión de un estudio que publicaron investigadores canadienses en el ‘British Medical Journal’ (BMJ 2014;349:g7184). Hay que puntualizar que esta prestigiosa revista médica tiene la costumbre dedicar su número navideño, como es el caso, a artículos más “ligeros” o insólitos en los que no suele faltar cierta dosis de humor.

No obstante, los autores no se toman a risa el shock psicológico que han causado entre los niños de diferentes generaciones las muertes de la madre de Bambi, del padre de Simba o de la madre de Nemo. Poca coña.

viernes, 25 de septiembre de 2015

El paciente que confundió el colirio con Superglue

"Paciente de 42 años de edad, que se instiló pegamento instantáneo en lugar de colirio en el ojo derecho, pues estaba acostado y tenía los dos envases juntos en la mesilla; al ser del mismo tamaño y forma, se echó el pegamento pensando que era el colirio. En el momento de aplicárselo experimentó un fuerte escozor que desapareció en poco tiempo, pero notó que no podía abrir el ojo ni de forma espontánea ni con los dedos..."

Así comienza el artículo que publicó el Dr. José Luis Fortes Álvarez, médico de familia en un centro de Ciudad Real, en la revista ‘Formación Médica Continuada en Atención Primaria’ (FMC 2008;15:158). En él explicaba que el pegamento en cuestión era Super Glue-3, de Loctite. "En el centro de salud –continúa el Dr. Fortes- se intentó de manera poco exitosa la apertura de los párpados, ya que la fuerte adherencia química impedía proceder al lavado del ojo". Al fin y al cabo, esto apoya la efectividad del producto, de la cual se pueden vanagloriar los fabricantes. Al final, el paciente fue enviado al hospital de referencia, si bien el artículo nos deja en ascuas sin relatarnos el desenlace.

Se trata de un caso clínico chocante del que escribí en mi antiguo blog aquel año 2008 y que creo que vale la pena recuperar por su espectacularidad. Solo de imaginarlo, a uno se le saltan las lágrimas. Pero lo más insólito es que no es un caso aislado, pues leí otra noticia, aparecida en el ‘Sunday Mail’ en 2005 (ahora llamado ‘Courier Mail’) sobre una anciana australiana que estaba descongelando la nevera cuando sus ojos comenzaron a humedecerse. Terry Horder, de 78 años, quiso usar su colirio, pero lo confundió con un tubo de Loctite 401 que conservaba en el frigorífico para evitar su deterioro. Como cabía esperar, lo que se deterioró fue el ojo.


martes, 22 de septiembre de 2015

¿Cuánto duele una picadura de abeja en el pene?

Como ya expliqué en el post anterior, los Premios Ig Nobel son una impagable fuente de esperpénticas investigaciones científicas. La última entrega de premios, la vigésimo quinta, tuvo lugar la semana pasada en el campus de la Universidad de Harvard y nos dejó unas cuantas joyas para el recuerdo. Desde como “deshervir” un huevo hasta las consecuencias biomédicas de besarse apasionadamente. Algún día hablaré de esos estudios. Mientras tanto, hoy me dedico a comentar el que más me sorprendió, el trabajo ganador del Ig Nobel de Fisiología y Entomología.

Concretamente, el premio fue compartido por dos investigadores. Por un lado por el entomólogo Justin O. Schmidt, que en un artículo publicado en la revista ‘Archives of Insect Biochemistry and Physiology’ (1983;1:155-160) comenzó a comparar las propiedades de los venenos de 78 especies de himenópteros. Sus investigaciones dieron lugar a lo que se conoce como el Índice Schmidt, que mide el dolor que causan las picaduras de los distintos insectos. Gracias a él sabemos que la llamada hormiga bala (Paraponera clavata), que habita en Sudamérica y Centroamérica es el bichejo que causa las picaduras más dolorosas, honor que comparte con la avispa caza tarántulas y con otras especies de avispas igual de cabronas.

El trabajo de Justin O. Schmidt es loable. El que realmente sorprende es el experimento del otro galardonado, llamado Michael L. Smith, que trabaja en el Departamento de Neurobiología y Comportamiento de la Universidad de Cornell y que podéis ver en la foto durante su discurso de aceptación del premio.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Un par de inventos contra la delincuencia

Esta noche el campus de Harvard acogerá una nueva gala de entrega de los premios Ig Nobel, que concede desde principios de los noventa la revista ‘Annals of Improbable Research’. Seguro que unos cuantos estudios e inventos galardonados serán comentados en este blog durante los próximos días.

Mientras tanto, voy a aprovechar para hablar de dos inventos que ya consiguieron su Ig Nobel, dos ideas que perpetraron algunas mentes ‘privilegiadas’ con el fin de defendernos contra malvados delincuentes.

El primero es obra de los sudafricanos Charl Fourie y Michelle Wong y data de 1998. Parece que en Johannesburgo y otras ciudades del país es relativamente habitual que un conductor sea asaltado por algún individuo armado cuando está parado en un semáforo. De hecho, se producen miles de estos atracos cada año y no han disminuido desde entonces, sino todo lo contrario.

Pues bien, para los citados inventores la solución es fácil. Si un maleante te apunta con una pistola por la ventanilla, levantas las manos para que se confíe. Y al mismo tiempo, aprietas un pedal para que del costado del vehículo salga una llamarada que dejará al asaltante más churruscado que los menudillos de Savonarola.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Los calzoncillos de los superhéroes

Con este título, seguro que a muchos les ha venido a la cabeza la imagen de ‘los gayumbos coloraos’ que lleva Superman encima de las mallas. En Krypton no estuvieron nunca muy finos en cuestiones de moda, aunque parece que el famoso superhéroe se dio cuenta de lo ridículos que le quedaban antes de protagonizar ‘Man of Steel’ y dejó de ponerse los calzoncillos por fuera, al menos en la gran pantalla.

Eso de los “calzoncillos de los superhéroes” es una expresión acuñada por Richard Branson, el tipo que fundó de Virgin que se forró al producir el ‘Tubular Bells’ de Mike Oldfield y que se emperra en dar la vuelta al mundo en globo como si fuera un personaje de Julio Verne. Y es una frase que hace referencia a unos nuevos calzoncillos creados por una compañía británica llamada Wireless Armour, lo que podría traducirse algo así como “Coraza Anti-Wifi”.

La idea es proteger el aparato genital masculino de las radiaciones electromagnéticas, puesto que algunos estudios han sugerido que esas radiaciones que emiten dispositivos conectados a internet como teléfonos móviles, ordenadores o tablets pueden afectar a la fertilidad. Por lo visto, llevar el móvil en el bolsillo del pantalón puede tener un efecto negativo sobre la calidad del semen y la movilidad de los espermatozoides, lo que complicaría las posibilidades de tener descendencia.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Tecnología digital para el tratamiento del hipo

En el artículo anterior hablaba de investigaciones turcas. Sin alejarme del Próximo Oriente, me voy ahora hacia la medicina israelí, con un artículo sobre el que escribí hace unos pocos años acerca del uso de una extraordinaria tecnología digital para el tratamiento del hipo. 

Digital... Tenemos televisión digital terrestre, cámaras digitales, publicaciones digitales... Estamos absolutamente rodeados de tecnología digital que, en contraposición a la analógica, nos la definen como la que trabaja "con señales cuyas magnitudes se representan mediante valores discretos en lugar de variables continuas".

Según el Diccionario de la Real Academia Española, una de las acepciones del adjetivo "digital" es la siguiente: "Dícese del aparato o instrumento de medida que la representa con números dígitos".

Sin embargo, el Diccionario también nos recuerda que "digital" (del latín digitalis) es aquello "perteneciente o relativo a los dedos", y es precisamente a este significado al que se refiere el título del presente comentario.

En concreto, se trata del curioso tratamiento que aplicaron médicos israelíes del Centro Médico Bnai Zion de Haifa a un paciente de 60 años con pancreatitis aguda que experimentaba hipo persistente tras habérsele insertado un tubo nasogástrico. La extracción del tubo no resolvió el hipo y los médicos emplearon múltiples procedimientos y fármacos para acabar con la molestia sin éxito ninguno.


Terapéuticas delicias turcas

Imaginemos la escena:

-“Buenos días, doctor Doluoglu. Tengo una piedra de riñón que me tiene doblado. Vengo a ver qué me puede recetar porque el dolor me está matando”.

-“¿Donde siente el dolor, señor Belozoglu?”

-“Sobre todo en la zona de las ingles y en las pelotas”.

-“¡Ajá! Parece ser un cálculo ureteral distal. No hay problema. Siga este tratamiento: ¡CUATRO POLVOS A LA SEMANA CON LA PARIENTA Y EN DOS SEMANAS EL PROBLEMA ESTARÁ RESUELTO!”

-“¿Está seguro, doctor?”

-“Por supuesto. La ciencia nos respalda. Por cierto, déle recuerdos a la señora Belozoglu”.

El paciente, asombrado pero con media sonrisa picarona, llega a su casa y bajándose los pantalones exclama: “¡Sarila! ¡Mira lo que me ha recetado el médico!”.

¿Suena descabellado? Lo parece, pero no lo es si nos atenemos a los resultados de un nuevo estudio realizado por urólogos turcos de un hospital de Ankara, con el doctor Omer Gokhan Doluoglu como primer firmante. Aparece en el número de julio de la revista Urology (2015,86:19-24) y se titula “¿Pueden ser las relaciones sexuales una terapia alternativa para las piedras ureterales distales? Un estudio prospectivo, aleatorizado y controlado”.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

La neurona galáctica o cómo las langostas reaccionan a Star Wars

Como estamos en “Año Star Wars”, que toca cada cierto tiempo como los años jacobeos, aprovecho para recuperar una historia que ya conté en 2006. El planteamiento era el siguiente:

¿Qué ocurre en el cerebro de una langosta –de esas parecidas a los saltamontes que protagonizan plagas bíblicas y no de las que mueven las antenas en las peceras las marisquerías- cuando ve acercarse a toda pastilla el Halcón Milenario tripulado por Han Solo y Chewbacca? ¿Se amedrenta al escuchar la respiración asmática de Darth Vader? ¿Se enternece al oír las tergiversadas frases del maestro Yoda?

La pregunta real es: ¿Hay algún friki que estudie la actividad cerebral de estos bichos en respuesta a la proyección de La guerra de las galaxias? Sorprendentemente, la respuesta es sí.


Galileo desencadenado

Como muchos amigos sabéis, hace unos cuantos años, cuando todavía estaba en la treintena y aún no peinaba canas, me dio por guardar artículos científicos "estrafalarios" publicados en prestigiosas revistas de medicina y otras ciencias.

La idea nació en una rueda de prensa -creo que iba de menopausia- en las que nos juntamos unos cuantos compañeros del gremio, no menopáusicos (aún) sino periodistas.

Al acabar, un buen amigo, Javier Gracia, explicó que unos investigadores españoles habían publicado un artículo en el que explicaban el funcionamiento del botijo. Usando un montón de complicadas fórmulas matemáticas -al menos para mí- exponían las razones por las que el agua del botijo se enfría o se mantiene fresca a pesar de estar bajo un sol de justicia capaz de fundir un camello.

Después de la carcajada general –aunque todo sea dicho, tenía su mérito científico-, empezamos a recordar otras investigaciones chocantes. Por ejemplo, que los chinos daban Viagra a los osos panda para animarlos a procrear y, visto que la pastilla solo actúa cuando hay cierta estimulación, les proyectaban películas pornográficas ¡DE OSOS PANDA! Desde entonces han pasado unos 15 años y sigo sin conocer el resultado del experimento.