Ser
dibujo animado no es nada fácil. Sus vidas se enfrentan a grandes peligros y la
Parca se ceba con ellos mucho más de lo que nos pensamos. El Coyote o el gato
Tom podrían ser un buen ejemplo del riesgo que corren en sus andanzas
depredadoras, aunque sus “accidentes” rara vez acaban definitivamente con su
existencia. Pero no me refiero a este tipo de personajes cómicos, sino a otros
dibujos cuyo tránsito tiene un impacto dramático mucho mayor, sobre todo entre
los más pequeños.
Resulta
que en las películas animadas más taquilleras de la historia el riesgo de
muerte en pantalla de personajes importantes es superior que el de los
personajes de carne y hueso que aparecen en las películas dramáticas.
Es la
conclusión de un estudio que publicaron investigadores canadienses en el ‘British Medical Journal’ (BMJ 2014;349:g7184). Hay
que puntualizar que esta prestigiosa revista médica tiene la costumbre dedicar
su número navideño, como es el caso, a artículos más “ligeros” o insólitos en
los que no suele faltar cierta dosis de humor.
No
obstante, los autores no se toman a risa el shock psicológico que han causado
entre los niños de diferentes generaciones las muertes de la madre de Bambi,
del padre de Simba o de la madre de Nemo. Poca coña.