martes, 12 de enero de 2016

Un caso clínico de trichomycosis axillaris o sobaco pestilente

Hoy vuelvo con otro de esos casos clínicos espinosos, por no decir nauseabundos. Un investigador chino, Dong-Lai Ma y un dermatólogo español del Hospital Ramón y Cajal, Sergio Vañó Galván, publicaron en la sección de imágenes clínicas ‘The New England Journal of Medicine’ (2013;369:1735) el caso de un individuo de 40 años de edad que acudió a la consulta quejándose del mal olor que emanaba de sus axilas y del aspecto sucio que presentaban los pelos de sus sobacos, como podéis observar en la foto publicada en la citada revista. Atención, cuando fue al médico llevaba en esa situación nada menos que cuatro años.

Según los autores del artículo, el maloliente sujeto no parecía tener otros problemas médicos aparte de su obesidad. Explicó que el problema de sus axilas empeoraba en verano y el sudor, además de alejar hasta a las mofetas, le manchaba las camisas en la zona de los alerones. Obvio.

Se trata de un caso de lo que los facultativos llaman trichomycosis axillaris, un tipo de infección causada generalmente por la bacteria Corynebacterium tenius, que coloniza los pelillos del sobaco. Al examinarlo, los médicos vieron que en el tallo de los pelos tenía adherida una materia cremosa de color amarillento bastante sospechosa de irradiar los efluvios que motivaron la consulta.

Los autores explican que la colonización por la bacteria mencionada da lugar a la formación de esa materia asquerosa que puede ser amarilla, pero también negra o rojiza. La pestilente fragancia que desprende se debe –añaden- al “metabolismo bacteriano de la testosterona en el sudor apocrino, que da lugar a sustancias malolientes”.

La obesidad, la hiperhidrosis –o exceso de sudoración-, los ambientes cálidos y húmedos y una deficiente higiene local se consideran factores que predisponen a la trichomycosis axillaris. En definitiva, que el agua y el jabón nunca están de más si uno no quiere acabar con los sobacos como los de Chewbakka saliendo de un lodazal.

El tratamiento prescrito al paciente del artículo fue un rasurado apurado –qué raro que no se le hubiera ocurrido antes-, cloruro de aluminio tópico al 15% como desodorante y eritromicina para combatir la infección.

Por cierto, que sepáis que también existe la trichomycosis pubis. El problema es el mismo y probablemente la causa también. Solo cambia la situación. Y seguramente el agua y el jabón también ayudan. Ahí lo dejo.

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