martes, 26 de julio de 2016

¿Por qué las pelusas de mi ombligo son azules?

Antes de comenzar mis merecidísimas vacaciones os dejo con un artículo científico que se ha convertido en un clásico y que ya publiqué en mi libro. Se trata de un estudio de Karl Kruszelnicki, médico de la Universidad de Sydney, en Australia, quien tiene –o tenía- un programa radiofónico de esos en que los ciudadanos hacen consultas por teléfono.

Según se cuenta, un día llegó a la emisora una interesante pregunta: “¿Por qué la borra de mi ombligo es azul y por qué la tengo?” Pese a que la ciencia trata de averiguarlo todo sobre el ser humano, el Dr. Kruszelnicki no tenía respuesta inmediata. Sus búsquedas en la literatura médica fueron infructuosas. Sin embargo, como buen científico, la curiosidad pudo más y antes de responder “no lo sé”, emprendió una de las investigaciones más sorprendentes que se recuerdan, y que recogió el canal australiano ABC.

La expansión de Internet le permitió reclutar para su estudio a 4.799 sujetos (58,1% varones y 41,9% mujeres) que contestaron un largo cuestionario. Resultó que dos de cada tres declararon encontrar de tanto en tanto un amasijo de pelusas en su ombligo y que cuanto más avanzada era la edad del individuo, más probabilidades existían de que las tuviera, especialmente en el caso de los hombres (el 73% de los que tenían borra lo eran) y en particular si se trataba de machos peludos.

martes, 5 de julio de 2016

Genitales del arte clásico

Hace unas semanas me llamó la atención un artículo publicado en La Vanguardia en el que se explicaba por qué las esculturas masculinas del arte clásico, y por extensión del Renacimiento, tienen un pene de tamaño más reducido de lo que cabría esperar de musculados efebos y dioses.

Nada que ver con los esteroides. La explicación la proporcionaba un erudito de la Universidad de Harvard llamado Andrew Lear, quien sostiene que en la Grecia Clásica se asociaba un miembro viril pequeño y flácido con la moderación y el autocontrol, virtudes que por aquel entonces formaban parte del ideal de masculinidad.

Por el contrario, las representaciones de penes grandes y erectos correspondían a borrachos, depravados, sátiros y demás fauna, además del dios Príapo, a quien se mostraba siempre con una sempiterna erección. Hay que puntualizar que se trataba de un dios menor asociado a la fertilidad y que era adorado como protector de los rebaños de cabras y ovejas... Ejem. Dejémoslo ahí.