Antes de comenzar mis merecidísimas vacaciones os dejo con
un artículo científico que se ha convertido en un clásico y que ya publiqué en
mi libro. Se trata de un estudio de Karl Kruszelnicki, médico de la Universidad
de Sydney, en Australia, quien tiene –o tenía- un programa radiofónico de esos
en que los ciudadanos hacen consultas por teléfono.
Según se cuenta, un día llegó a la emisora una interesante
pregunta: “¿Por qué la borra de mi ombligo es azul y por qué la tengo?” Pese a
que la ciencia trata de averiguarlo todo sobre el ser humano, el Dr.
Kruszelnicki no tenía respuesta inmediata. Sus búsquedas en la literatura
médica fueron infructuosas. Sin embargo, como buen científico, la curiosidad
pudo más y antes de responder “no lo sé”, emprendió una de las investigaciones
más sorprendentes que se recuerdan, y que recogió el canal australiano ABC.
La expansión de Internet le permitió reclutar para su
estudio a 4.799 sujetos (58,1% varones y 41,9% mujeres) que contestaron un
largo cuestionario. Resultó que dos de cada tres declararon encontrar de tanto
en tanto un amasijo de pelusas en su ombligo y que cuanto más avanzada era la
edad del individuo, más probabilidades existían de que las tuviera,
especialmente en el caso de los hombres (el 73% de los que tenían borra lo
eran) y en particular si se trataba de machos peludos.