lunes, 28 de agosto de 2017

La psoriagrís de Juego de tronos: Literatura médica sobre una enfermedad de fantasía

La séptima temporada de Juego de tronos ha llegado a su fin y sus fans se muerden las uñas pensando que hasta 2019 no volverá a las pantallas. Está claro que la serie es todo un fenómeno. Incluso ya hablé aquí de ella en el post titulado “Las matemáticas aplicadas a ‘Juego de tronos’”, por cierto uno de los más visitados de la página.

Por otro lado, en otros posts hemos visto que ni siquiera los personajes de ficción escapan al escrutinio científico. Prestigiosas revistas médicas han incluido en sus páginas sesudos artículos sobre la salud mental de Gollum, de los personajes de Star Wars o el trastorno de ansiedad del osito Winnie Pooh.

Pero volviendo a Juego de tronos, hoy no voy a escribir sobre los efectos del veneno utilizado para cargarse a Joffrey ni a las quemaduras faciales de El Perro, sino sobre la enfermedad que se inventó el amigo George R.R. Martin a modo de devastadora plaga infecciosa.

Se trata de la psoriagrís –o ‘greyscale’ en inglés-, una enfermedad que despertó la curiosidad del dermatólogo Jules B. Lipoff, de la Universidad de Pennsylvania, que el año pasado publicó un breve artículo sobre ella en la revista ‘JAMA Dermatology’ (2016;152(8):904).

Aunque en los libros se cita con mayor frecuencia, el autor del artículo explica que en la serie de televisión solamente se hace referencia a la psoriagrís en tres momentos de las cinco primeras temporadas, las que él había visto hasta entonces.

Por un lado, es la enfermedad que afecta a la princesa Shereen, hija del aspirante a rey Stannis Baratheon. La niña de 9 años presenta, según el Dr. Lipoff, “placas ictióticas –eso significa en forma de escamas de pez- en un patrón de tipo Blaschkoid –descrito por el alemán Alfred Blaschko- que afecta solamente al lado izquierdo de su rostro y cuerpo”. Se explica que adquirió la enfermedad años atrás, al parecer por contagio a través de una muñeca contaminada, pero que se recuperó y sobrevivió, aunque le quedaron marcas permanentes en la piel.

Otra de las escenas en que volvemos a encontrarnos con la psoriagrís en la serie es aquella en la que los llamados “hombres de piedra” atacan un bote en el que viajan dos conocidos personajes de la serie. Esos “hombres de piedra” presentan los característicos cambios en la piel propios de la enfermedad, unidos a “inestabilidad psiquiátrica con conducta agresiva”, nos aclara el Dr. Lipoff. Haber exiliado a los enfermos a las devastadas tierras de Valyria donde no viven más personas constituye una forma de cuarentena que “ha detenido de forma efectiva la aparición de nuevos casos”, añade.

Por último, el caso más reciente conocido es el de Jorah Mormont, contagiado precisamente en aquel ataque al entrar en contacto piel con piel con uno de los “hombres de piedra”. La cuestión es que desarrolló una lesión en su brazo en menos de 24 horas.

A partir de ahí, el autor del artículo saca de su chistera dermatológica unas cuantas especulaciones. Considera que la psoriagrís es una evidente evocación de la lepra o enfermedad de Hansen por parte de George R.R. Martin. De hecho, sigue existiendo temor a esta enfermedad y mucha gente piensa que los afectados deben ser aislados del resto de la sociedad, como se hizo durante siglos. Sin embargo, comenta que los rasgos cutáneos de la psoriagrís, muy similares a la ictiosis y con un patrón en forma de mosaico, no se parecen en nada a los de la lepra.

Por otro lado, al Dr. Lipoff le cuesta pensar en un agente infeccioso que actúe de forma tan rápida como le ocurrió a Jorah Mormont. La lepra no es tan contagiosa ni se cree que se transmita por contacto de piel a piel. “¿Tal vez se trata de un virus tan contagioso como el de la viruela?”, se pregunta.

Prosigue diciendo que la apariencia de la niña Shireen es más sugestiva de una genodermatosis, tal como un síndrome del nevus epidérmico, pero también especula con que su patrón en forma de mosaico hiperqueratósico esté derivado de una infección.

“Con tan pocos casos, datos clínicos limitados y sin más hallazgos patológicos –concluye- es difícil llevar a cabo una buena evaluación”. Y finalmente escribe: “Tal vez en la próxima temporada aparezca un nuevo personaje dermatólogo que erradique esta plaga de una vez por todas”.

Sus deseos no han caído en saco roto, puesto que los que ya han visto la séptima temporada podríamos remitirle a los estudios y procedimientos del orondo aspirante a maestre Samwell Tarly. Y no cuento más por eso de los spoilers. Solamente que el Dr. Lipoff podría tener material para continuar con su artículo sobre la psoriagrís. 


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