"Paciente
de 42 años de edad, que se instiló pegamento instantáneo en lugar de colirio en
el ojo derecho, pues estaba acostado y tenía los dos envases juntos en la
mesilla; al ser del mismo tamaño y forma, se echó el pegamento pensando que era
el colirio. En el momento de aplicárselo experimentó un fuerte escozor que
desapareció en poco tiempo, pero notó que no podía abrir el ojo ni de forma
espontánea ni con los dedos..."
Así
comienza el artículo que publicó el Dr. José Luis Fortes Álvarez, médico de
familia en un centro de Ciudad Real, en la revista ‘Formación
Médica Continuada en Atención Primaria’ (FMC
2008;15:158). En él explicaba que el pegamento en cuestión era Super
Glue-3, de Loctite. "En el centro de salud –continúa el Dr. Fortes- se
intentó de manera poco exitosa la apertura de los párpados, ya que la fuerte adherencia
química impedía proceder al lavado del ojo". Al fin y al cabo, esto apoya
la efectividad del producto, de la cual se pueden vanagloriar los fabricantes.
Al final, el paciente fue enviado al hospital de referencia, si bien el
artículo nos deja en ascuas sin relatarnos el desenlace.
Se
trata de un caso clínico chocante del que escribí en mi antiguo blog aquel año
2008 y que creo que vale la pena recuperar por su espectacularidad. Solo de
imaginarlo, a uno se le saltan las lágrimas. Pero lo más insólito es que no es
un caso aislado, pues leí otra noticia, aparecida en el ‘Sunday Mail’ en 2005 (ahora
llamado ‘Courier Mail’) sobre una anciana australiana que estaba descongelando
la nevera cuando sus ojos comenzaron a humedecerse. Terry Horder, de 78 años,
quiso usar su colirio, pero lo confundió con un tubo de Loctite 401 que
conservaba en el frigorífico para evitar su deterioro. Como cabía esperar, lo
que se deterioró fue el ojo.
El National Poisons Information Service del Reino Unido recibió en 2001 un total de 184 avisos sobre uso accidental de pegamento en los ojos, y parece ser que en muchos casos el origen del accidente se halla en la confusión de envases. Por fortuna, la mayoría de casos se acaban resolviendo. En ello coincidía el Dr. C.J. McLean, médico británico firmante de un trabajo en el ‘Journal of Accident & Emergency Medicine’ (J Accid Emerg Med 1997;14:40-41) en el que cifraba en 14 los casos de lesiones oculares causadas por Superglue en un período de 12 meses en el servicio de urgencias de su hospital. "Ningún paciente tuvo complicaciones a largo plazo derivadas de su lesión", escribió para nuestra tranquilidad.
Pero
fuera del ámbito ocular, sorprende el título de otro artículo: "Superglue
en la uretra", aparecido en el ‘British
Journal of Urology’ (BJU International 1990;66:217-218). En esta ocasión el
desventurado protagonista fue un joven de 22 años que declaró haber confundido
el pegamento instantáneo con un gel de lidocaína que usaba de vez en cuando
para el dolor uretral, pues estaba afectado de hipospadias –una malformación
congénita-. Bajo anestesia, los especialistas en cirugía plástica le extrajeron
un pegote de Superglue de 7
centímetros del interior del pene y lo enviaron al
urólogo para que acabara de sacar lo que le quedaba en la vejiga y la uretra.
El caso
no tiene nada que ver, pero me recuerda un titular aparecido en el Daily
Mail del 6 de diciembre de 2000: "Superglue como anticonceptivo".
Hasta es posible que a alguien le dé por experimentar a lo bestia antes de leer
todo el texto de la noticia, en la que se decía que los médicos planteaban usar
el cianocrilato, sustancia principal de estos tipos de pegamento, como una
especie de vasectomía química. Y es que la realidad supera en ocasiones la
imaginación más disparatada.
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