jueves, 22 de octubre de 2015

Los viejos rockeros nunca mueren... ¿y los jóvenes?

"Por Janis, Lennon, Allman, Hendrix, Bolan, Bonham, Brian y Moon". Así rezaba una canción de principios de los ochenta de Barón Rojo, titulada ‘Concierto para ellos’, con la que la banda de rock duro rendía homenaje a figuras del pop/rock fallecidas. A esa triste lista podrían añadirse las posteriores muertes de Freddie Mercury, Kurt Cobain, Amy Winehouse y Whitney Houston, entre otros.

Ninguno llegó a viejo, reflexión que posiblemente condujo a expertos en salud pública de Liverpool y Manchester a iniciar un estudio para discernir si las estrellas del rock tienen un mayor riesgo de muerte prematura que el resto de los mortales.

Para ello elaboraron un catálogo con los músicos e intérpretes responsables de los 1.000 álbums más vendidos de la historia del rock, punk, rap, pop, rhythm & blues y new age. En total, 1.064 célebres estrellas norteamericanas y europeas, de las que se recogieron datos de supervivencia a partir del momento en que alcanzaron la fama.

El estudio, publicado en el Journal of Epidemiology and Community Health (2007;61:896–901), revela que, en efecto, entre los 3 y los 25 años posteriores a haberse hecho famosos, los ídolos del pop/rock tienen casi el doble de probabilidades de morir en comparación con el resto de personas de su misma edad y sexo. De ese total de 1.064 individuos incluidos en la investigación, 100 habían muerto entre 1956 y 2005. La media de edad en el momento de fallecer fue de 42 años para los músicos norteamericanos y de 35 para los europeos.

En el caso de sobrevivir 25 años desde el inicio de su fama, los europeos rebajan su riesgo de muerte hasta alcanzar tasas similares a las de cualquier hijo de vecino –tal vez por eso vemos tan en forma, pese a la edad, a dinosaurios del rock como los Rolling Stones-, pero no sucede así con los norteamericanos, que siguen enfrentándose a un mayor riesgo.

Bien cierto es que el alcohol y las drogas, muy asequibles en un mundillo que mueve grandes fortunas, tienen buena parte de culpa en esta situación –están implicados en una de cada cuatro muertes registradas-, y así lo reconocen los autores, a quienes podemos agradecer que hayan mostrado con cifras objetivas unas estadísticas que intuitivamente sospechábamos. Dejan claro que, por el motivo que sea, ser estrella de la música es una profesión de riesgo, lo mismo que, según investigaciones anteriores, ser personaje de culebrón televisivo británico (BMJ 1997:315:1649-1652) o saxofonista de jazz (BMJ 1999;319:1612-1613).

Y una frase de Ronnie Wood para acabar: “He vivido la mayor parte de mi vida en una cárcel de oro. Así es como se siente uno cuando está de gira con los Rolling Stones. Tenemos todos los privilegios asociados a la fama, pero desde dentro se ve como un lugar de muros muy altos”.

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