jueves, 21 de marzo de 2019

Inyectarse el propio semen por vía intravenosa no es una buena idea


La semana pasada colgué aquí un artículo sobre un ciudadano chino que acabó en el hospital con una infección por hongos provocada por su costumbre diaria de olfatear sus calcetines usados. Es un caso chocante, pero hay que decir en su defensa que el hombre no pensaba en las graves consecuencias clínicas que podía tener su hábito, sino tan solo en si podía ponerse sus calcetines sucios un días má –o dos o tres- antes de meterlos en la lavadora.

En comparación, el caso clínico que os traigo hoy no tiene defensa ninguna. El sujeto chino era tal vez un inconsciente, pero el protagonista de lo que os voy a contar es un zopenco con todas las letras.

Los médicos que firman el artículo trabajan en un hospital de Tallaght, una localidad cercana a Dublín. En un artículo publicado el pasado enero en el Irish Medical Journal (2019;112(1):857) explicaban el caso de un hombre de 33 años que acudió a su consulta quejándose de un fuerte y súbito dolor de espalda. Comentó que tres días antes había tenido que levantar un objeto pesado y que sus síntomas habían aumentado desde entonces.

A la hora de examinarlo, los médicos advirtieron que en su antebrazo tenía eritema que les llamó la atención. Cuando le interrogaron, ni corto ni perezoso explicó que se había inyectado su propio semen en una vena del brazo con intención de comprobar si tan descabellado tratamiento le aliviaba el dolor de espalda. Además, dijo que no se lo había aconsejado ningún médico ni el vecino zumbado del quinto ni la portera, sino que había sido una idea propia... como el semen. Si aspiraba a ganar el Nobel de Medicina, ya os adelanto que tiene pocas probabilidades.

jueves, 14 de marzo de 2019

Olor a pies, calcetines usados y el chino que acabó en el hospital

Hace pocos meses muchos medios de comunicación se hicieron eco del desdichado caso de un individuo chino de 37 años que acabó en el hospital debido a su costumbre de olisquear cada día sus calcetines usados. Tal vez lo hacía con intención de comprobar si la fetidez era lo suficientemente tolerable como para volver a ponérselos al día siguiente. Parece un caso insólito, pero probablemente más de un lector se siente identificado.

La cuestión es que el infeliz sujeto acudió a urgencias con dolor en el pecho, tos y sensación de opresión al respirar. El diagnóstico final fue una infección por hongos en sus pulmones, lo que tuvo como consecuencia un interrogatorio médico en el que el paciente reconoció su adicción a olfatear sus calcetines sucios, una confesión que, no se sabe bien cómo, saltó a la prensa y de ahí a las redes sociales para regocijo de todo el planeta, y también para preocupación de algunas personas con costumbres parecidas.

La noticia me retrotrae a uno de los artículos que incluí en el libro ‘Si Galileo levantara la cabeza’ y que trataba del tema del olor a pies. ¿Por qué los pies sudados huelen de ese modo? Pues bien, se trata de una cuestión a la que investigadores japoneses intentaron dar respuesta en un precioso artículo titulado "Elucidación de las sustancias químicas responsables del mal olor de los pies" (Br J Dermatol 1990;122:771-776).