miércoles, 30 de septiembre de 2015

La insoportable levedad vital del dibujo animado

Ser dibujo animado no es nada fácil. Sus vidas se enfrentan a grandes peligros y la Parca se ceba con ellos mucho más de lo que nos pensamos. El Coyote o el gato Tom podrían ser un buen ejemplo del riesgo que corren en sus andanzas depredadoras, aunque sus “accidentes” rara vez acaban definitivamente con su existencia. Pero no me refiero a este tipo de personajes cómicos, sino a otros dibujos cuyo tránsito tiene un impacto dramático mucho mayor, sobre todo entre los más pequeños.

Resulta que en las películas animadas más taquilleras de la historia el riesgo de muerte en pantalla de personajes importantes es superior que el de los personajes de carne y hueso que aparecen en las películas dramáticas.

Es la conclusión de un estudio que publicaron investigadores canadienses en el ‘British Medical Journal’ (BMJ 2014;349:g7184). Hay que puntualizar que esta prestigiosa revista médica tiene la costumbre dedicar su número navideño, como es el caso, a artículos más “ligeros” o insólitos en los que no suele faltar cierta dosis de humor.

No obstante, los autores no se toman a risa el shock psicológico que han causado entre los niños de diferentes generaciones las muertes de la madre de Bambi, del padre de Simba o de la madre de Nemo. Poca coña.

Precisamente ‘Buscando a Nemo’ fue el film que inspiró la idea de emprender esta investigación, o más bien la advertencia que recibió uno de los autores, a quien una madre experta le dijo: “¿Vas a ver ‘Buscando a Nemo’ con tus hijos? Un consejo: sáltate los primeros cinco minutos”.

A lo que íbamos. El estudio consistió en comparar películas de animación con películas dramáticas, contando las muertes “en pantalla” de personajes importantes. En concreto se escogieron las 45 películas animadas más taquilleras de la historia y los 90 dramas dirigidos a público adulto más taquilleros estrenados los mismos años que esos 45 films animados.

Se hicieron excepciones. Por ejemplo, entre las primeras no se tuvieron en cuenta las películas protagonizadas por coches, robots o juguetes, sino solamente por personas o animales. “El concepto de mortalidad en personajes inanimados, aunque antropomorfos, no está claro”, escriben.

De los dramas excluyeron las secuelas, así como aquellas películas dramáticas que en IMDB también están clasificadas como “acción” o “aventura”, ya que esas características parecen implicar que también pueden estar dirigidas a público infantil. Sin embargo, sí que se admitieron los dramas que tenían la etiqueta de “terror” o “thriller”.

Manos a la obra (“con palomitas o sin ellas”, dicen en el artículo) midieron el tiempo transcurrido desde el comienzo de la película hasta la primera muerte de un personaje importante, definido como el protagonista, sus amigos o familiares, o el villano o villanos de turno. Lo mismo con el número de muertes. Otros parámetros investigados fueron las muertes por asesinato (excluyendo aquellas causadas en combates bélicos) y las muertes de los progenitores de los protagonistas, ya que son el tipo de defunciones que pueden tener un impacto psicológico más profundo en los niños.

Veamos qué nos cuentan los resultados. Dos tercios de las pelis de animación contienen muertes de personajes importantes, algo que ocurre solamente en la mitad de los dramas. En las primeras, las causas más frecuentes son los ataques de animales y las caídas, intencionadas o no. Recordemos que a la madre de Nemo se la cruspe una barracuda, a los padres de Tarzán se los merienda un leopardo y a Mufasa lo arroja por un barranco su hermano Scar, y aunque no se puedan catalogar de animales, no nos olvidemos de los siete enanos psicópatas linchadores de ‘Blancanieves’, que a la madrastra, después de ser electrocutada por un rayo, la arrojan desde lo alto de un acantilado y la rematan aplastándola con una roca. Poca broma con ellos. Entre los dramas, las causas de muerte más habituales fueron por disparos, accidentes de vehículos o enfermedades.

Del mismo modo que el riesgo de morir es mayor para los dibujos animados que para los personajes de carne y hueso, ocurre lo mismo con los asesinatos, que se triplican en las pelis animadas respecto a los dramas. Y si nos centramos en la muerte de los padres, vemos que ocurre en 8 de los 45 films de animación (17,8%) frente a solo 6 de los 90 dramas (6,7%), lo que nos da una sucinta idea de lo cafres que pueden llegar a ser los guionistas de las pelis animadas, empeñados durante décadas en traumatizar a los chavales. De hecho, siempre he tenido la sensación de que Disney era más sádico y macabro que Hitchcock y Carpenter juntos.


Con estos datos, los autores concluyen, de forma muy vehemente, diría yo, que las historias de dibujos dirigidas a público infantil “no son una alternativa inocua a las típicas películas americanas de gore y carnicería, sino que son un hervidero de asesinatos y caos”. Como consejo, recomiendan a los padres que acompañen a sus hijos cuando se sienten ante la pantalla para dar apoyo emocional cuando se enfrenten a los truculentos finiquitos de sus personajes queridos. Aunque algunos –buenos o malos- lo tengan bien merecido. 

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