Ser
dibujo animado no es nada fácil. Sus vidas se enfrentan a grandes peligros y la
Parca se ceba con ellos mucho más de lo que nos pensamos. El Coyote o el gato
Tom podrían ser un buen ejemplo del riesgo que corren en sus andanzas
depredadoras, aunque sus “accidentes” rara vez acaban definitivamente con su
existencia. Pero no me refiero a este tipo de personajes cómicos, sino a otros
dibujos cuyo tránsito tiene un impacto dramático mucho mayor, sobre todo entre
los más pequeños.
Resulta
que en las películas animadas más taquilleras de la historia el riesgo de
muerte en pantalla de personajes importantes es superior que el de los
personajes de carne y hueso que aparecen en las películas dramáticas.
Es la
conclusión de un estudio que publicaron investigadores canadienses en el ‘British Medical Journal’ (BMJ 2014;349:g7184). Hay
que puntualizar que esta prestigiosa revista médica tiene la costumbre dedicar
su número navideño, como es el caso, a artículos más “ligeros” o insólitos en
los que no suele faltar cierta dosis de humor.
No
obstante, los autores no se toman a risa el shock psicológico que han causado
entre los niños de diferentes generaciones las muertes de la madre de Bambi,
del padre de Simba o de la madre de Nemo. Poca coña.
A lo
que íbamos. El estudio consistió en comparar películas de animación con
películas dramáticas, contando las muertes “en pantalla” de personajes importantes.
En concreto se escogieron las 45 películas animadas más taquilleras de la
historia y los 90 dramas dirigidos a público adulto más taquilleros estrenados
los mismos años que esos 45 films animados.
Se
hicieron excepciones. Por ejemplo, entre las primeras no se tuvieron en cuenta
las películas protagonizadas por coches, robots o juguetes, sino solamente por
personas o animales. “El concepto de mortalidad en personajes inanimados,
aunque antropomorfos, no está claro”, escriben.
De los
dramas excluyeron las secuelas, así como aquellas películas dramáticas que en
IMDB también están clasificadas como “acción” o “aventura”, ya que esas
características parecen implicar que también pueden estar dirigidas a público
infantil. Sin embargo, sí que se admitieron los dramas que tenían la etiqueta
de “terror” o “thriller”.
Manos a
la obra (“con palomitas o sin ellas”, dicen en el artículo) midieron el tiempo
transcurrido desde el comienzo de la película hasta la primera muerte de un
personaje importante, definido como el protagonista, sus amigos o familiares, o
el villano o villanos de turno. Lo mismo con el número de muertes. Otros
parámetros investigados fueron las muertes por asesinato (excluyendo aquellas
causadas en combates bélicos) y las muertes de los progenitores de los
protagonistas, ya que son el tipo de defunciones que pueden tener un impacto
psicológico más profundo en los niños.
Veamos
qué nos cuentan los resultados. Dos tercios de las pelis de animación contienen
muertes de personajes importantes, algo que ocurre solamente en la mitad de los
dramas. En las primeras, las causas más frecuentes son los ataques de animales
y las caídas, intencionadas o no. Recordemos que a la madre de Nemo se la
cruspe una barracuda, a los padres de Tarzán se los merienda un leopardo y a
Mufasa lo arroja por un barranco su hermano Scar, y aunque no se puedan catalogar
de animales, no nos olvidemos de los siete enanos psicópatas linchadores de
‘Blancanieves’, que a la madrastra, después de ser electrocutada por un rayo, la
arrojan desde lo alto de un acantilado y la rematan aplastándola con una roca.
Poca broma con ellos. Entre los dramas, las causas de muerte más habituales
fueron por disparos, accidentes de vehículos o enfermedades.
Del
mismo modo que el riesgo de morir es mayor para los dibujos animados que para
los personajes de carne y hueso, ocurre lo mismo con los asesinatos, que se
triplican en las pelis animadas respecto a los dramas. Y si nos centramos en la
muerte de los padres, vemos que ocurre en 8 de los 45 films de animación
(17,8%) frente a solo 6 de los 90 dramas (6,7%), lo que nos da una sucinta idea
de lo cafres que pueden llegar a ser los guionistas de las pelis animadas,
empeñados durante décadas en traumatizar a los chavales. De hecho, siempre he
tenido la sensación de que Disney era más sádico y macabro que Hitchcock y
Carpenter juntos.
Con
estos datos, los autores concluyen, de forma muy vehemente, diría yo, que las
historias de dibujos dirigidas a público infantil “no son una alternativa inocua
a las típicas películas americanas de gore y carnicería, sino que son un
hervidero de asesinatos y caos”. Como consejo, recomiendan a los padres que
acompañen a sus hijos cuando se sienten ante la pantalla para dar apoyo
emocional cuando se enfrenten a los truculentos finiquitos de sus personajes
queridos. Aunque algunos –buenos o malos- lo tengan bien merecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario