¿Qué cara le puede quedar a un cirujano -aparte de bastante sucia, claro está- cuando, mientras
está operando, explotan los intestinos del paciente? ¿Esto puede ocurrir? Pues
sí, y por ello hay varias desgraciadas descripciones de casos recogidas en la
literatura médica.
Científicos franceses publicaron, ya a principios de los
ochenta, los tres factores necesarios para desencadenar una explosión de gases
intestinales (Ann Fr
Anesth Reanim 1983;2:431-435). Son los mismos que aquellos que nos
enseñaban en el colegio para hacer fuego: un combustible, un comburente y un
desencadenante de la combustión. En el caso del estallido de intestinos, los
combustibles serían el metano y el hidrógeno, los comburentes el oxígeno y el
óxido nitroso, y el desencadenante puede ser una fuente de calor, como los
instrumentos quirúrgicos que se emplean para cauterizar o la diatermia, que es
el calentamiento del cuerpo mediante radiaciones electromagnéticas y que se
utiliza con cierta asiduidad en los quirófanos.
El caso clínico que describían los cirujanos franceses
correspondía a un paciente de 51 años con cáncer. Explicaron que el infeliz incidente se produjo mientras le realizaban una exenteración pélvica, es decir,
la extirpación de todas las vísceras de la pelvis. El sujeto estaba bajo
anestesia general y los cirujanos estaban haciendo una incisión en el colon con
un electrocauterio cuando se produjo, en sus propias palabras, “una violenta
deflagración por lesiones orgánicas”. Como puede apreciarse, la mezcla de
combustible, comburente y desencadenante puede dar lugar a unos fuegos de
artificio nada agradables.