viernes, 14 de octubre de 2016

¿Masturbarse con un aspirador? Mala idea

Hace unos cuantos años un estadounidense de 29 años del estado de Michigan fue cazado in fraganti por la policía mientras se masturbaba con un aspirador en un tren de lavado de coches. Un vecino lo había visto en actitud sospechosamente amorosa con la máquina y había avisado a los agentes. El juez lo condenó a 90 días de cárcel, no solamente por escándalo público o exhibicionismo, sino también por haber convertido el pueblo en el hazmerreír mundial.

Es lo que tiene la práctica del sexo con aspiradores de trenes de lavado. A Jason Leroy Savage, que así se llamaba el tipo, le cayeron 90 días, pero al menos conservó el miembro... y la vida, algo que no siempre sucede a tenor de lo que podemos encontrar en la literatura médica.

En el ‘American Journal of Forensic Medicine and Pathology’ (1998;3:246-248), médicos de un hospital de Florida describieron el caso de un sujeto de 57 años que fue hallado muerto encima de su aspirador. Por lo visto, un vecino se quejó del ruido del aparato, que estaba funcionando desde hacía horas, y alertó a la policía. El cadáver estaba desnudo y había atado sus testículos, nalgas y muslos fuertemente con medias de mujer. Junto a él, en la mesa del comedor, había un frasco con orina, un lubricante y una pata de mesa de madera cubierta de excrementos, ya que se la había introducido por... Bueno, me callo. Creo que vais pillando la historia, ¿no?

Además, el desdichado individuo estaba cubierto de quemaduras hechas por el aspirador. La cuestión es que le dio un infarto de miocardio en plena actividad masturbatoria y, por lo tanto, los forenses finalmente calificaron la muerte como natural y no accidental. Por cierto, su mujer ya lo había pillado hacía tiempo jugando con el aspirador y confesó que llevaba más de cinco años sin tener relaciones sexuales con su rarito marido.

La verdad es que si uno empieza a bucear en la literatura médica encuentra auténticas perlas clínicas sobre el tema. Y parece que la idea de utilizar aspiradores con intenciones eróticas nació no mucho después de que estos aparatos comenzaran a popularizarse en los hogares. No en vano, en algunos lugares se les llama 'chupera'. A lo que iba: tenemos un genial artículo publicado hace más de medio siglo en el ‘British Medical Journal’ (1960;1(5190):1942) en el que se describían tres insólitos casos.

El primero trata de un hombre viudo de 57 años que acudió al hospital con laceraciones en el pene. La cuestión es que se tomó unas cuantas copas de más y cuando volvió a su domicilio no se le ocurrió otra cosa que introducir el cimbrel en el tubo del aspirador y ponerlo en marcha. Tal vez sentía añoranza de su esposa fallecida, que posiblemente tenía la casa limpia como la santa patena. Pero no fue una buena idea, porque tuvo que desenchufar el aparato al instante y sacar su miembro congestionado y ensangrentado del tubo. Los médicos describen sus heridas en el glande como “casi de naturaleza explosiva”. Por suerte, la uretra no se vio afectada y se pudo recuperar completamente tras unos cuantos puntos de sutura y unos días sondado.

El segundo caso que describen fue un poco más complicado. El método masturbatorio fue el mismo, pero esta vez el tipo de 28 años que tuvo la genial idea sí que acabó con la uretra herida, el glande lacerado y el prepucio hecho unos zorros. También fue curado satisfactoriamente a base de circuncisión, puntos y sonda.

En cuanto al tercer caso, corresponde a otro viudo de 75 años que llegó a urgencias con "gran angustia mental" y quejándose de dolor, inflamación y heridas en su anciano miembro. La excusa es de las más baratas que podéis imaginar: estaba limpiando la escalera cuando su pene se deslizó accidentalmente en la bocacha del aspirador. Lo que ocurrió, según explicó más tarde, es que le dio gustillo eso de encenderlo y apagarlo alternativamente, pero al final acabó con su aparato -el suyo, no el electrodoméstico- bastante maltrecho, si bien en esta ocasión no fue necesario poner puntos ni circuncidarlo.

Los autores de esta joya de la literatura científica escriben que aquellos tres sujetos utilizaron “un método de masturbación tan ingenioso como desastroso”. Finalizaban diciendo que “ningún caso similar se ha encontrado en la literatura médica”, pero claro, desde entonces hasta ahora han pasado muchos años y se han ido acumulando los artículos.

Hay cuatro casos más descritos en otro trabajo publicado 20 años después en el ‘British Medical Journal’ (1980;281(6232),26). El método es el mismo, las heridas similares, los procedimientos de curación parecidos –alguno más complejo necesitó cirugía-, pero lo más curioso suelen ser las explicaciones. Por ejemplo, un tipo que estaba cambiando el enchufe del aspirador mientras su esposa estaba de compras –desnudo, obviamente, como cualquier marido que se precie cuando hace bricolaje- y que, según declaró, el aparato canalla se dio la vuelta y le atrapó el pene a traición.

Otro caso que se comenta es el de un guardagujas de 65 años que estaba en su caseta junto a las vías. Se agachó para coger unas herramientas y, sorpresa, resulta que su miembro quedó atrapado en un aspirador que, para mayor desgracia, se puso en marcha por sí solo.

Vamos con otro imaginativo individuo que estaba aspirando la escalera de un amigo. No iba desnudo, sino que llevaba una “bata holgada”, dijo. Cuando se agachó para desenchufar el aspirador, la bata se desanudó y su pene quedó atrapado en la máquina infernal.

Hay muchos más casos recogidos a lo largo de los años, pero no es cuestión de alargar esto ad infinitum. Basta con que sepáis si alguna vez os viene a la cabeza alguna ocurrencia insana de autocomplacencia que, visto lo visto, parece que a los aspiradores los carga del diablo.


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