Hace unos cuantos años un estadounidense de 29 años del estado de
Michigan fue cazado in fraganti por la policía mientras se masturbaba con un aspirador en un tren de lavado de coches. Un vecino lo había visto en
actitud sospechosamente amorosa con la máquina y había avisado a los agentes.
El juez lo condenó a 90 días de cárcel, no solamente por escándalo público o exhibicionismo, sino también por haber convertido el
pueblo en el hazmerreír mundial.
Es lo que tiene la práctica del sexo con aspiradores de
trenes de lavado. A Jason Leroy Savage, que así se llamaba el tipo, le
cayeron 90 días, pero al menos conservó el miembro... y la vida, algo que no
siempre sucede a tenor de lo que podemos encontrar en la literatura médica.
En el ‘American
Journal of Forensic Medicine and Pathology’ (1998;3:246-248),
médicos de un hospital de Florida describieron el caso de un sujeto de 57 años
que fue hallado muerto encima de su aspirador. Por lo visto, un vecino se quejó
del ruido del aparato, que estaba funcionando desde hacía horas, y alertó a la
policía. El cadáver estaba desnudo y había atado sus testículos, nalgas y
muslos fuertemente con medias de mujer. Junto a él, en la mesa del comedor,
había un frasco con orina, un lubricante y una pata de mesa de madera cubierta
de excrementos, ya que se la había introducido por... Bueno, me callo. Creo que
vais pillando la historia, ¿no?
Además, el desdichado individuo estaba cubierto de
quemaduras hechas por el aspirador. La cuestión es que le dio un infarto de
miocardio en plena actividad masturbatoria y, por lo tanto, los forenses
finalmente calificaron la muerte como natural y no accidental. Por cierto, su mujer ya lo había pillado hacía tiempo
jugando con el aspirador y confesó que llevaba más de cinco años sin tener
relaciones sexuales con su rarito marido.
La verdad es que si uno empieza a bucear en la literatura
médica encuentra auténticas perlas clínicas sobre el tema. Y parece que la idea
de utilizar aspiradores con intenciones eróticas nació no mucho después de que estos aparatos comenzaran a popularizarse en los hogares. No en vano, en algunos lugares se les llama 'chupera'. A lo que iba: tenemos un genial
artículo publicado hace más de medio siglo en el ‘British
Medical Journal’ (1960;1(5190):1942)
en el que se describían tres insólitos casos.
El primero trata de un hombre viudo de 57 años que acudió al
hospital con laceraciones en el pene. La cuestión es que se tomó unas cuantas
copas de más y cuando volvió a su domicilio no se le ocurrió otra cosa que
introducir el cimbrel en el tubo del aspirador y ponerlo en marcha. Tal vez
sentía añoranza de su esposa fallecida, que posiblemente tenía la casa limpia
como la santa patena. Pero no fue una buena idea, porque tuvo que desenchufar
el aparato al instante y sacar su miembro congestionado y ensangrentado del
tubo. Los médicos describen sus heridas en el glande como “casi de naturaleza
explosiva”. Por suerte, la uretra no se vio afectada y se pudo
recuperar completamente tras unos cuantos puntos de sutura y unos días sondado.
El segundo caso que describen fue un poco más complicado. El
método masturbatorio fue el mismo, pero esta vez el tipo de 28 años que tuvo la genial idea sí que acabó con la uretra herida, el glande lacerado y el prepucio hecho
unos zorros. También fue curado satisfactoriamente a base de circuncisión,
puntos y sonda.
En cuanto al tercer caso, corresponde a otro viudo de 75
años que llegó a urgencias con "gran angustia mental" y quejándose de dolor,
inflamación y heridas en su anciano miembro. La excusa es de las más baratas
que podéis imaginar: estaba limpiando la escalera cuando su pene se deslizó
accidentalmente en la bocacha del aspirador. Lo que ocurrió, según explicó más
tarde, es que le dio gustillo eso de encenderlo y apagarlo alternativamente,
pero al final acabó con su aparato -el suyo, no el electrodoméstico- bastante maltrecho, si bien en esta ocasión no fue
necesario poner puntos ni circuncidarlo.
Los autores de esta joya de la literatura científica
escriben que aquellos tres sujetos utilizaron “un método de masturbación tan
ingenioso como desastroso”. Finalizaban diciendo que “ningún caso similar se ha
encontrado en la literatura médica”, pero claro, desde entonces hasta ahora han pasado muchos años y se han ido acumulando los artículos.
Hay cuatro casos más descritos en otro trabajo publicado 20
años después en el ‘British Medical Journal’ (1980;281(6232),26). El
método es el mismo, las heridas similares, los procedimientos de curación parecidos –alguno más complejo necesitó cirugía-, pero lo más curioso suelen ser
las explicaciones. Por ejemplo, un tipo que estaba cambiando el enchufe del
aspirador mientras su esposa estaba de compras –desnudo, obviamente, como
cualquier marido que se precie cuando hace bricolaje- y que, según declaró, el
aparato canalla se dio la vuelta y le atrapó el pene a traición.
Otro caso que se comenta es el de un guardagujas de 65 años
que estaba en su caseta junto a las vías. Se agachó para coger unas
herramientas y, sorpresa, resulta que su miembro quedó atrapado en un aspirador que, para
mayor desgracia, se puso en marcha por sí solo.
Vamos con otro imaginativo individuo que estaba aspirando la
escalera de un amigo. No iba desnudo, sino que llevaba una “bata holgada”,
dijo. Cuando se agachó para desenchufar el aspirador, la bata se desanudó y su
pene quedó atrapado en la máquina infernal.
Hay muchos más casos recogidos a lo largo de los años, pero
no es cuestión de alargar esto ad infinitum. Basta con que sepáis si alguna
vez os viene a la cabeza alguna ocurrencia insana de autocomplacencia que, visto lo visto, parece que a los
aspiradores los carga del diablo.
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