jueves, 17 de septiembre de 2015

Un par de inventos contra la delincuencia

Esta noche el campus de Harvard acogerá una nueva gala de entrega de los premios Ig Nobel, que concede desde principios de los noventa la revista ‘Annals of Improbable Research’. Seguro que unos cuantos estudios e inventos galardonados serán comentados en este blog durante los próximos días.

Mientras tanto, voy a aprovechar para hablar de dos inventos que ya consiguieron su Ig Nobel, dos ideas que perpetraron algunas mentes ‘privilegiadas’ con el fin de defendernos contra malvados delincuentes.

El primero es obra de los sudafricanos Charl Fourie y Michelle Wong y data de 1998. Parece que en Johannesburgo y otras ciudades del país es relativamente habitual que un conductor sea asaltado por algún individuo armado cuando está parado en un semáforo. De hecho, se producen miles de estos atracos cada año y no han disminuido desde entonces, sino todo lo contrario.

Pues bien, para los citados inventores la solución es fácil. Si un maleante te apunta con una pistola por la ventanilla, levantas las manos para que se confíe. Y al mismo tiempo, aprietas un pedal para que del costado del vehículo salga una llamarada que dejará al asaltante más churruscado que los menudillos de Savonarola.

Suena un poco bestia, pero aún lo es más si tenemos en cuenta que en Sudáfrica se considera totalmente legal (defensa propia) y que el sistema se puso a la venta por poco más de 600 dólares.

El invento, popularmente conocido como ‘Blaster’ o ‘BMW Lanzallamas’, recibió –sarcásticamente, por supuesto- el Ig Nobel de la Paz en 1999. En la patente se describe como “un sistema de seguridad para vehículos que libera combustible en llamas a través de unas boquillas de manguera localizadas en los lados del vehículo.”

Su responsable, Charl Fourie, que imagino como una especie de Juez Dredd sudafricano o un Torquemada contemporáneo, lo defendía diciendo que se trataba de escoger entre dos males: “O bien te disparan, violan a tu mujer y matan a tu hijo, o bien abrasas al delincuente.” No valen medias tintas...

Las llamaradas salen al mismo tiempo en los dos lados del vehículo, así que si fulminas al pobre diablo que está junto a la otra ventanilla intentando venderte unos Kleenex, mala suerte...

De todos modos, el inventor aseguraba que su sistema de autodefensa no era mortal: “Solamente deja ciego al agresor”. Podemos respirar más tranquilos. En su primera semana vendió 25 unidades del invento. El primer comprador, curiosamente, fue un jefazo de la policía de Johannesburgo, David Walkley, que declaró estar muy satisfecho con su adquisición. “Es cierto que comporta algún riesgo –dijo-, pero es más arriesgado no tenerlo...”

Pero Fourie no se hizo de oro como pensaba y, tras haber vendido unos pocos cientos de unidades, en 2001 lo retiró del mercado. Poco después empezó a vender lanzallamas de bolsillo más económicos. Mejor no pedir fuego en Sudáfrica.

El segundo invento del que quiero hablar es algo más sofisticado, pero no por ello podemos afirmar que haya salido de una mente menos calenturienta. Lo patentó en Estados Unidos un tal Gustano Pizzo en 1972 y, en este caso, las víctimas potenciales son los secuestradores aéreos.

Veamos... El secuestrador entra pistola en mano en la cabina de los pilotos. Cuando se sitúa detrás de ellos, una trampilla se abre bajo sus pies, donde un ingenioso sistema lo empaqueta en la bodega del avión como si fuera un kilo de mandarinas. Pero la cosa no queda ahí, ya que después, la cápsula que contiene al maleante empaquetado se suelta por otra compuerta para que caiga a tierra. Eso sí, Gustano Pizzo se muestra menos sádico que el otro inventor sudafricano, puesto que dotaba al sistema de un paracaídas. Mientras el secuestrador aéreo desciende, los pilotos ya han alertado a la policía por radio para que espere la llegada del paquete. Si cae en medio del Pacífico, mala suerte...

Gustano Pizzo ganó su Ig Nobel a título póstumo en la edición de 2013 en la categoría de Ingeniería de Seguridad. En el documento de la patente podéis leer los detalles de su sistema contra los secuestros aéreos, aunque, hasta donde yo sé, nunca ha llegado a utilizarse.


Imagino que el sudafricano Charl Fourie lo hubiera perfeccionado prescindiendo del paracaídas para reducir costes y, de paso, añadiendo algún dispositivo para socarrar al ruin malhechor con una buena llamarada.

1 comentario:

  1. A la espera de los IG Nobel de este año. Lástima que no nos hayan invitado, la gala debe ser algo memorable...

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