lunes, 14 de septiembre de 2015

Los calzoncillos de los superhéroes

Con este título, seguro que a muchos les ha venido a la cabeza la imagen de ‘los gayumbos coloraos’ que lleva Superman encima de las mallas. En Krypton no estuvieron nunca muy finos en cuestiones de moda, aunque parece que el famoso superhéroe se dio cuenta de lo ridículos que le quedaban antes de protagonizar ‘Man of Steel’ y dejó de ponerse los calzoncillos por fuera, al menos en la gran pantalla.

Eso de los “calzoncillos de los superhéroes” es una expresión acuñada por Richard Branson, el tipo que fundó de Virgin que se forró al producir el ‘Tubular Bells’ de Mike Oldfield y que se emperra en dar la vuelta al mundo en globo como si fuera un personaje de Julio Verne. Y es una frase que hace referencia a unos nuevos calzoncillos creados por una compañía británica llamada Wireless Armour, lo que podría traducirse algo así como “Coraza Anti-Wifi”.

La idea es proteger el aparato genital masculino de las radiaciones electromagnéticas, puesto que algunos estudios han sugerido que esas radiaciones que emiten dispositivos conectados a internet como teléfonos móviles, ordenadores o tablets pueden afectar a la fertilidad. Por lo visto, llevar el móvil en el bolsillo del pantalón puede tener un efecto negativo sobre la calidad del semen y la movilidad de los espermatozoides, lo que complicaría las posibilidades de tener descendencia.

Ante este problema, la gente de Wireless Armour ha tenido la idea de crear una especie de jaula de Faraday para cubrir el paquete. Concretamente, son unos calzoncillos que en su tejido tienen insertada una malla de plata que protege las gónadas de su usuario de las radiaciones elecromagnéticas emitidas entre 100 MHz y 2,6 GHz. De este modo, los espermatozoides están resguardados, bien seguros y en perfecta forma para salir a toda mecha cuando se requieran sus capacidades reproductivas.

Por si a alguien le interesa, puede comprar el par de calzoncillos por 24 libras en diferentes tallas y colores. Eso en el caso de calzoncillos únicamente con protección frontal, ya que hay versiones de 180 y 360 grados. Los de 360 son más caros, cuestan 35 libras, y la malla de plata también cubre la parte trasera. Aunque no entiendo bien qué se pretende con esto. ¿Que no se metan las radiaciones electromagnéticas por el culo? Si alguien lo sabe, que me lo explique.

La prenda íntima entra en esa categoría de “inteligente” –“smart”- que últimamente se aplica a demasiadas cosas, creo que arbitrariamente. Puedo comprender lo de teléfonos inteligentes o televisiones inteligentes, pero me cuesta acostumbrarme a lo de “calzoncillos inteligentes” o “bragas inteligentes”.

Pero si hacemos un repaso, vemos que se utiliza con cierta asiduidad, como ya expliqué en un artículo de hace unos años que aprovecho para recordar.
Hacía referencia a un reportaje publicado en la revista ‘New Scientist’ donde se hablaba de "bragas inteligentes" para describir unos tejidos diseñados para determinadas funciones biológicas que habían patentado algunas compañías.

En aquel caso, se mencionaba que Procter & Gamble había desarrollado un tejido para esas prendas íntimas que adquiría un color morado cuando avisaba a la mujer de que le faltaban pocas horas para menstruar. Otro tipo de tela inventado en la misma empresa había sido ideado para advertir a su usuaria del período de ovulación. Y también tenían en mente la potencial utilidad de estas prendas para detectar embarazos o infecciones por distintos patógenos, desde Escherichia coli a Salmonella o Chlamydia.

Si bien la química subyacía en la idea de aquellas "bragas inteligentes", la electrónica presidía la de los “calzoncillos inteligentes” pensados para medir la presión arterial. Sí, habéis leído bien. Colocar sensores en la goma de los gayumbos fue de Philips, cuyos ingenieros tal vez estaban ya aburridos de inventar televisores de pantalla plana, desfibriladores y máquinas de afeitar.

En cualquier caso, a alguien se le ocurrió que la ropa interior es una prenda cómoda en la que colocar sensores que midan la velocidad de onda del pulso, un parámetro que recientes estudios han asociado estrechamente a la presión arterial.

Fue también ‘New Scientist’ la publicación que recogió la patente de este invento. Citaba que cada sensor mide continuamente la impedancia eléctrica del tejido que tiene debajo, una propiedad que varía a medida que la onda del pulso pasa por la aorta y las arterias femorales. Basta un par de esos sensores para calcular lo que tarda esa onda en viajar de uno al otro. Una vez calibrados, los electrodos instalados en los calzoncillos o las bragas proporcionan lecturas precisas y constantes de la presión arterial. Siempre que se lleven puestos, claro está.

Un gran invento, sí señor. Se vislumbra, pues, que el holter tiene sus días contados y que nace una nueva era en el campo de la monitorización ambulatoria de la presión arterial. Pues eso, mejor que el futuro no nos pille en bragas.

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