Con
este título, seguro que a muchos les ha venido a la cabeza la imagen de ‘los
gayumbos coloraos’ que lleva Superman encima de las mallas. En Krypton no
estuvieron nunca muy finos en cuestiones de moda, aunque parece que el famoso superhéroe
se dio cuenta de lo ridículos que le quedaban antes de protagonizar ‘Man of
Steel’ y dejó de ponerse los calzoncillos por fuera, al menos en la gran
pantalla.
Eso de
los “calzoncillos de los superhéroes” es una expresión acuñada por Richard
Branson, el tipo que fundó de Virgin que se forró al producir el ‘Tubular
Bells’ de Mike Oldfield y que se emperra en dar la vuelta al mundo en globo
como si fuera un personaje de Julio Verne. Y es una frase que hace referencia a
unos nuevos calzoncillos creados por una compañía británica llamada Wireless Armour, lo que podría
traducirse algo así como “Coraza Anti-Wifi”.
La idea
es proteger el aparato genital masculino de las radiaciones electromagnéticas,
puesto que algunos estudios han sugerido que esas radiaciones que emiten
dispositivos conectados a internet como teléfonos móviles, ordenadores o
tablets pueden afectar a la fertilidad. Por lo visto, llevar el móvil en el
bolsillo del pantalón puede tener un efecto negativo sobre la calidad del semen
y la movilidad de los espermatozoides, lo que complicaría las posibilidades de
tener descendencia.
Ante este problema, la gente de Wireless Armour ha tenido la idea de crear una especie de jaula de Faraday para cubrir el paquete. Concretamente, son unos calzoncillos que en su tejido tienen insertada una malla de plata que protege las gónadas de su usuario de las radiaciones elecromagnéticas emitidas entre 100 MHz y 2,6 GHz. De este modo, los espermatozoides están resguardados, bien seguros y en perfecta forma para salir a toda mecha cuando se requieran sus capacidades reproductivas.
Ante este problema, la gente de Wireless Armour ha tenido la idea de crear una especie de jaula de Faraday para cubrir el paquete. Concretamente, son unos calzoncillos que en su tejido tienen insertada una malla de plata que protege las gónadas de su usuario de las radiaciones elecromagnéticas emitidas entre 100 MHz y 2,6 GHz. De este modo, los espermatozoides están resguardados, bien seguros y en perfecta forma para salir a toda mecha cuando se requieran sus capacidades reproductivas.
Por si
a alguien le interesa, puede comprar el par de calzoncillos por 24 libras en
diferentes tallas y colores. Eso en el caso de calzoncillos únicamente con protección
frontal, ya que hay versiones de 180 y 360 grados. Los de 360 son más caros,
cuestan 35 libras, y la malla de plata también cubre la parte trasera. Aunque
no entiendo bien qué se pretende con esto. ¿Que no se metan las radiaciones
electromagnéticas por el culo? Si alguien lo sabe, que me lo explique.
La
prenda íntima entra en esa categoría de “inteligente” –“smart”- que últimamente
se aplica a demasiadas cosas, creo que arbitrariamente. Puedo comprender lo de
teléfonos inteligentes o televisiones inteligentes, pero me cuesta
acostumbrarme a lo de “calzoncillos inteligentes” o “bragas inteligentes”.
Pero si
hacemos un repaso, vemos que se utiliza con cierta asiduidad, como ya expliqué
en un artículo de hace unos años que aprovecho para recordar.
Hacía
referencia a un reportaje publicado en la revista ‘New Scientist’ donde se hablaba de
"bragas inteligentes" para describir unos tejidos diseñados para
determinadas funciones biológicas que habían patentado algunas compañías.
En
aquel caso, se mencionaba que Procter & Gamble
había desarrollado un tejido para esas prendas íntimas que adquiría un color
morado cuando avisaba a la mujer de que le faltaban pocas horas para menstruar.
Otro tipo de tela inventado en la misma empresa había sido ideado para advertir
a su usuaria del período de ovulación. Y también tenían en mente la potencial
utilidad de estas prendas para detectar embarazos o infecciones por distintos
patógenos, desde Escherichia coli a Salmonella o Chlamydia.
Si bien
la química subyacía en la idea de aquellas "bragas
inteligentes", la electrónica presidía la de los “calzoncillos
inteligentes” pensados para medir la presión arterial. Sí, habéis leído
bien. Colocar sensores en la goma de los gayumbos fue de Philips, cuyos ingenieros tal vez estaban ya
aburridos de inventar televisores de pantalla plana, desfibriladores y máquinas
de afeitar.
En
cualquier caso, a alguien se le ocurrió que la ropa interior es una prenda
cómoda en la que colocar sensores que midan la velocidad de onda del pulso, un
parámetro que recientes estudios han asociado estrechamente a la presión arterial.
Fue
también ‘New Scientist’ la publicación que recogió la patente de este invento.
Citaba que cada sensor mide continuamente la impedancia eléctrica del tejido
que tiene debajo, una propiedad que varía a medida que la onda del pulso pasa
por la aorta y las arterias femorales. Basta un par de esos sensores para
calcular lo que tarda esa onda en viajar de uno al otro. Una vez calibrados,
los electrodos instalados en los calzoncillos o las bragas proporcionan
lecturas precisas y constantes de la presión arterial. Siempre que se lleven
puestos, claro está.
Un gran
invento, sí señor. Se vislumbra, pues, que el holter tiene sus días contados y
que nace una nueva era en el campo de la monitorización ambulatoria de la
presión arterial. Pues eso, mejor que el futuro no nos pille en bragas.
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