Imaginemos
la escena:
-“Buenos
días, doctor Doluoglu. Tengo una piedra de riñón que me tiene doblado. Vengo a
ver qué me puede recetar porque el dolor me está matando”.
-“¿Donde
siente el dolor, señor Belozoglu?”
-“Sobre
todo en la zona de las ingles y en las pelotas”.
-“¡Ajá!
Parece ser un cálculo ureteral distal. No hay problema. Siga este tratamiento: ¡CUATRO
POLVOS A LA SEMANA CON LA PARIENTA Y EN DOS SEMANAS EL PROBLEMA ESTARÁ RESUELTO!”
-“¿Está
seguro, doctor?”
-“Por
supuesto. La ciencia nos respalda. Por cierto, déle recuerdos a la señora
Belozoglu”.
El
paciente, asombrado pero con media sonrisa picarona, llega a su casa y bajándose
los pantalones exclama: “¡Sarila! ¡Mira lo que me ha recetado el médico!”.
¿Suena
descabellado? Lo parece, pero no lo es si nos atenemos a los resultados de un
nuevo estudio realizado por urólogos turcos de un hospital de Ankara, con el
doctor Omer Gokhan Doluoglu como primer firmante. Aparece en el número
de julio de la revista Urology (2015,86:19-24)
y se titula “¿Pueden ser las relaciones sexuales una terapia alternativa para
las piedras ureterales distales? Un estudio prospectivo, aleatorizado y
controlado”.
La fantástica
hipótesis fue probar si las relaciones sexuales con cierta frecuencia, en este
caso 3 o 4 veces por semana, son más eficaces que otros tratamientos.
En
concreto, el estudio se centra en los cálculos ureterales distales de pequeño
tamaño. Se trata de piedras que están localizadas en la zona baja del uréter,
que es el conducto que comunica el riñón con la vejiga. Desde esa zona, el
dolor tiende a irradiar hacia la ingle y los testículos en el hombre y hacia la
vagina en la mujer. Con cierta frecuencia, también producen dolor en la zona
suprapúbica y en la punta del pene, aumentan la frecuencia urinaria y provocan
molestias a la hora de orinar. Todo un cuadro que a más de uno -y una- le quitaría
las ganas de irse a retozar en el lecho. En cualquier caso, tampoco hay que
quejarse demasiado con la terapia que propone el doctor Doluoglu, ya que parece
más agradable que una colonoscopia, sin ir más lejos.
Su
ensayo clínico reclutó a 90 pacientes con piedras ureterales distales –aunque se
perdió la pista de 15 de ellos durante el periodo de estudio, a saber por qué- y los dividieron
aleatoriamente en tres grupos. A los del grupo 1 se les aconsejó la terapia más revolucionaria: los 3 o 4 ‘kikis’ semanales, por lo menos. Los del grupo 2
tomaron un medicamento que se utiliza para favorecer la expulsión de los cálculos,
llamado tamsulosina, a la dosis de 0,4 mg diarios. Los del grupo 3 recibieron
lo que los investigadores llaman terapia médica estándar y sirvieron como grupo
control. A las 2 y a las 4 semanas se comprobó si los pacientes habían
expulsado la piedra de manera espontánea.
Los
resultados son espectaculares y no creo que hayan gustado demasiado a los
fabricantes de la tamsulosina. A las 2 semanas, 26 de los 31 individuos del grupo
1 (83,9%) habían expulsado la piedra. Las proporciones fueron muy superiores a
las observadas en el grupo 2 (10 de 21, es decir, 47,6%) y en el grupo 3 (8 de
23, 34,8%).
En
cuanto al tiempo transcurrido hasta la expulsión, los resultados también son
claros: 10 días para los que se dedicaron a la terapia de alcoba, 16,6 días para
los que tomaron el medicamento y 18 días para los del grupo control.
La
pregunta que uno se hace es ¿por qué? Y la respuesta puede radicar en
esa maravillosa sustancia llamada óxido nítrico, que se libera durante la erección
y el acto sexual, causando la relajación del músculo liso ureteral. De ese
modo, se facilitaría que la piedra avance por el conducto que la aprisiona
hasta llegar a la vejiga. De ahí hasta la expulsión final es otro cantar.
En el
apartado de conclusiones, los autores escriben que hoy día la terapia expulsiva
se recomienda como tratamiento de primera elección cuando se trata de piedras
ureterales que no necesitan cirugía. “En nuestra opinión –añaden-, si el
paciente tiene pareja sexual, tener relaciones al menos 3 veces por semana
puede ser beneficioso para aumentar la probabilidad de expulsar la piedra
espontáneamente en pacientes con cálculos ureterales distales menores de 6 milímetros”.
En este
punto nacen más preguntas. ¿Y si el paciente no tiene pareja sexual? Dudo que
la sanidad turca cubra los gastos de las parejas alternativas. Alguno puede
optar por alguna web de búsqueda de rollo tipo eDarling y similares: “¡Urgente.
Soy turco y tengo una piedra en el uréter!”.
Más
preguntas: ¿Sirve la masturbación? El estudio no da la respuesta, así que desde
aquí pedimos que emprenda una nueva investigación para sacarnos de dudas. El doctor Doluoglu debería recordar que, como
dijo Woody Allen, masturbarse es hacer el amor con alguien a quien
verdaderamente amas.
A este
respecto recuerdo otro estudio sobre el que escribí en mi libro. Curiosamente
también un estudio turco. No es que yo tenga fijación con los otomanos ni que
ellos la tengan con los asuntos sexuales. Tal vez es que con los recortes
sanitarios son más propensos a experimentar terapias baratas e innovadoras. No
sé.
Aquel artículo se titulaba "Papel de la eyaculación en el
tratamiento de la prostatitis crónica no bacteriana", y se publicó en el International
Journal of Urology (1999;6:130-134).
Explicaban que la prostatitis –inflamación de la próstata- no causada por
gonococos es una enfermedad de origen desconocido, cuyos síntomas pueden
aliviarse con medicación, aunque los fármacos no siempre funcionan.
Por lo
tanto, los investigadores quisieron comprobar si masturbarse podía ser una
forma de terapia. Así que tomaron a 34 pacientes solteros que no tenían
relaciones sexuales ni se autosatisfacían por cuestiones personales o
religiosas, y les prescribieron un curioso tratamiento: una "pajilla"
a la semana, como mínimo, durante 6 meses.
Torrente
hubiera estado encantado, pero me hubiera gustado ver la cara de aquellos
individuos. Aunque lo cierto es que funcionó. Sólo 18 siguieron a pies juntillas la insólita recomendación médica. De ellos, 2 experimentaron un alivio completo de los
síntomas, 6 mejoraron notablemente, en otros 6 la mejoría fue moderada y solo 4
no se beneficiaron de la terapia.
Cito
textualmente las conclusiones del artículo: "Los varones jóvenes solteros
que sufren prostatitis no bacteriana deben ser informados de su enfermedad con
detalle y, si no lo hacen, deberían ser estimulados para eyacular con
regularidad, por ejemplo masturbándose en ausencia de pareja sexual." Ahí
está. Sobran comentarios.
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