En el artículo anterior hablaba de investigaciones turcas. Sin alejarme del Próximo Oriente, me voy ahora hacia la medicina israelí, con un artículo sobre el que escribí hace unos pocos años acerca del uso de una extraordinaria tecnología digital para el tratamiento del hipo.
Digital... Tenemos televisión
digital terrestre, cámaras digitales, publicaciones digitales... Estamos
absolutamente rodeados de tecnología digital que, en contraposición a la
analógica, nos la definen como la que trabaja "con señales cuyas
magnitudes se representan mediante valores discretos en lugar de
variables continuas".
Según
el Diccionario de la Real Academia Española, una de las acepciones del adjetivo
"digital" es la siguiente: "Dícese del aparato o instrumento de
medida que la representa con números dígitos".
Sin
embargo, el Diccionario también nos recuerda que "digital" (del latín
digitalis) es aquello "perteneciente o relativo a los dedos", y es
precisamente a este significado al que se refiere el título del presente
comentario.
En
concreto, se trata del curioso tratamiento que aplicaron médicos israelíes del
Centro Médico Bnai Zion de Haifa a un paciente de 60 años con pancreatitis
aguda que experimentaba hipo persistente tras habérsele insertado un tubo
nasogástrico. La extracción del tubo no resolvió el hipo y los médicos
emplearon múltiples procedimientos y fármacos para acabar con la molestia sin
éxito ninguno.
En su caso clínico, publicado en 1990 en el Journal of Internal Medicine (1990;227:145-146), explican que como último recurso optaron por la terapia que describen como "masaje digital rectal", que no es ni más ni menos que introducir un dedo por el recto del paciente y moverlo. Fuera por la sorpresa, por el susto o por lo que uno buenamente pueda imaginar, al paciente se le cortó el hipo de golpe. Al cabo de varias horas reapareció, pero de nuevo el uso del "dedo" como utillaje terapéutico, volvió a resolver el problema de manera instantánea.
En su caso clínico, publicado en 1990 en el Journal of Internal Medicine (1990;227:145-146), explican que como último recurso optaron por la terapia que describen como "masaje digital rectal", que no es ni más ni menos que introducir un dedo por el recto del paciente y moverlo. Fuera por la sorpresa, por el susto o por lo que uno buenamente pueda imaginar, al paciente se le cortó el hipo de golpe. Al cabo de varias horas reapareció, pero de nuevo el uso del "dedo" como utillaje terapéutico, volvió a resolver el problema de manera instantánea.
Lo curioso es que no se trataba de una idea original, puesto que los
médicos israelíes reconocieron haberse inspirado en un artículo anterior,
firmado por el Dr. Francis M. Fesmire, de la Universidad de Tennessee (Ann Emergency Med 1988;17:872), titulado "Resolución del hipo intratable
mediante masaje digital rectal".
El Dr. Fesmire recogió en el año 2006 el
Premio Ig Nobel en la categoría de Medicina -compartido con los galenos
israelíes- por este trabajo, y aprovechó para repartir durante la ceremonia el
"Kit Anti-Hipo del Dr. Fran": un guante de látex, un tubo de vaselina
y unas breves instrucciones. ¡Mano de santo! ¿O dedo de santo?
Ya
puestos, enlazo con otro caso clínico que
apareció en la revista Canadian Family Physician
(2000;48:1631-1632)
y está firmado por los doctores Peleg y Peleg. Dato curioso: también israelíes
de la Universidad Ben Gurion de Negev. ¿Qué fijación tienen los israelíes con
los casos de hipo intratables?
Conocía
el título del artículo desde hacía tiempo, pero no había podido leer su
contenido hasta hoy mismo. Trata de un individuo de 40 años que se quejaba de un
fuerte dolor de espalda y acudió a un neurólogo que le administró una inyección
de antiinflamatorios. Eso resolvió el dolor, pero al cabo de 6 horas comenzó a
tener hipo. Un hipo molesto que no le dejaba trabajar ni dormir. En fin, un sin vivir. Tomó varios fármacos,
usó los remedios populares habituales... Pero sin éxito. Los doctores Peleg le
masajearon el paladar con una torunda de algodón durante un minuto. También sin
éxito. Tal vez si le hubieran masajeado la otra punta del aparato digestivo,
como en el otro caso israelí, el resultado hubiera sido distinto, pero por lo visto no conocían el otro artículo.
Así
estuvo el hombre durante 3 días. Pero el cuarto algo ocurrió. La cuestión es
que, a pesar del hipo, se decidió a practicar el sexo con su mujer. Durante el
trajín el hipo se mantuvo –me da que no sería algo demasiado sensual-, pero lo
curioso es que desapareció por completo en el momento de la eyaculación. Y no
volvió a tener hipo hasta al cabo de 12 meses.
Los
autores del artículo no tienen claro cuál fue el mecanismo biológico subyacente
que acabó con la tortura, incluso opinan que pudo ser una coincidencia que
finalizará con la eyaculación. Un doble orgasmo, si nos atenemos a sus
consecuencias. También se preguntaban si en las mujeres ocurriría algo parecido
y proponían estudiarlo. Y lo mismo para verificar si la masturbación puede ser
una terapia útil en caso de no tener pareja a mano.
Lo
añadimos a la lista de tácticas. Sin duda, mejor que un susto y tal vez incluso
mejor que el dedo enguantado de un médico israelí.
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