jueves, 8 de septiembre de 2016

Lecciones psiquiátricas en los mundos de Star Wars

Las locuras humanas han sido una vasta fuente de inspiración para la ficción. La lista de libros, películas o series de televisión sería inagotable, así que no vale la pena empezar a nombrarlas, ya las conocéis. Lo curioso es cuando sucede en el sentido inverso y es la psiquiatría la que se interesa por la ficción. En un post anterior vimos cómo psiquiatras canadienses estudiaron las enfermedades mentales del oso Winnie Pooh y sus amigos (CMAJ 2000 163:1557-1559), y existen otros artículos publicados que han analizado la doble personalidad de Gollum (BMJ 2004;329:1435-1436) o la conducta antisocial de Sansón (Arch Gen Psychiatry 2001;58:202-203).

El amigo Josema Serrano me pasó hace unas semanas un nuevo artículo científico que se puede añadir a esta lista. Su título “¿Puede redimirse Kylo Ren?: Nuevas lecciones potenciales del episodio VII de Star Wars” (Academic Psychiatry 2016;40:630-633). Ahí queda eso...

Lo firman dos investigadores que podemos considerar tan frikis como los radiólogos que publicaron una imagen de un TAC encefálico que se parecía a la cara de Chewbacca. Uno es el Anthony P.S. Guerrero, que trabaja en la Universidad de Hawai, y la otra es la doctora Maria Jasmin Jamora, que lo hace en un centro sanitario de Manila (Filipinas).

Pues bien, comienzan explicando que la saga galáctica nacida de la mente de George Lucas puede ser una útil herramienta para la enseñanza de la psiquiatría, y consideran que puede tener un gran valor para enseñar psicología del desarrollo, psicodinámica, diagnóstico psiquiátrico y psicopatología, temas sobre los que ya existían artículos científicos relacionados con las películas previas de La Guerra de las galaxias, como veremos más adelante.

De hecho, los mismos autores publicaron otro trabajo en 2007 sobre “La caída y la redención de personas y sistemas: Lecciones potenciales de la saga Star Wars” (Acad Psychiatry. 2007;31:485–490), que puede considerarse un anticipo del presente artículo.

En esta ocasión, tras resumir la trama de ‘El despertar de la fuerza’, se centran en la figura de Kylo Ren, hijo de una pareja que rompió sus lazos afectivos, ya que Han Solo dejó a la princesa Leia y prosiguió su vida al lado del hirsuto Chewbacca, y heredó la fuerza de su abuelo materno, que como bien sabéis no es otro que Darth Vader.

La pregunta de si Kylo Ren se redimirá y abandonará el lado oscuro de la fuerza es algo que los guionistas deberán decidir para las próximas películas, pero los autores creen que la historia de este muchacho descarriado, vástago de una familia desestructurada y que ha tenido malas influencias, personificadas en el líder supremo Snoke, puede ser útil para el aprendizaje de la psiquiatría. Por ejemplo, podría utilizarse como ejemplo a la hora de explicar a algunos padres angustiados las conductas conflictivas de sus hijos adolescentes y cómo devolverlos al redil.

Resumiendo un poco esas lecciones de las que hablan los autores, plantean en primer lugar que los psiquiatras necesitan apreciar el poder que tienen las malas influencias en los adolescentes manipulables y transmitir ese mensaje a los padres. También necesitan mostrar empatía hacia los progenitores y su sensación de culpabilidad cuando se enfrentan al hijo descarriado, “incluso cuando no se produzca un asesinato con un sable láser”, subrayan.

Finalmente, si el psiquiatra tuviera oportunidad de abordar el caso de un joven con las características de Kylo Ren, podría emplear un enfoque de tratamiento biopsicosocial que incluiría disponer de fuerzas de seguridad en el entorno del paciente y “la confiscación de armas, sables de luz y otros instrumentos de destrucción” (sic), además de forzar la abstinencia del uso de drogas o medicamentos. También proponen emplear “intervenciones basadas en la Fuerza, creando un ambiente, por lo general en un contexto hospitalario, que sea seguro y lejos de líderes criminales y Sith Lords”. Como veis, estas son algunas de las propuestas que plantean si se tumbará en su diván alguien como Kylo Ren, aunque yo no estaría tan seguro de que el psiquiatra saliera vivito y coleando de una situación semejante. Pero bueno, “de buenas intenciones está empedrado el suelo del infierno”.

Como decía antes, otros artículos han analizado las enfermedades mentales de diversos personajes de la saga galáctica. Susan Friedman, de la Universidad de Auckland, y Ryan Hall, de la Universidad de Central Florida, son otros investigadores que han profundizado en el tema. El año pasado publicaron un par de artículos titulados “Enseñar psicopatología en una galaxia muy, muy lejana: el lado oscuro de la Fuerza” (Acad Psychiatry 2015;39:719-725) y “Psicopatología en una galaxia muy, muy lejana: el uso del lado oscuro de Star Wars en la enseñanza” (Acad Psychiatry 2015;39:726-32).

También ensalzan la utilidad de las películas para enseñar psiquiatría a los futuros especialistas. En ese contexto, escriben sobre una posible depresión adolescente de Luke Skywalker en el primer film de la saga, o de una posterior esquizofrenia prodrómica, detectable por sus alucinaciones auditivas y sus creencias de que está destinado a salvar la galaxia, síntomas que se confirman en las películas posteriores por sus borrosas visiones de su mentor Obi-Wan Kenobi dándole consejos después de muerto.

Su enfrentamiento con Darth Vader en ‘El imperio contraataca’ también pudo derivar en un complejo de Edipo y una ansiedad castrante cuando “su padre, al que creía muerto, le rebanó la mano con un sable de luz de forma fálica”. No lo digo yo, sino los autores.

Evidentemente, el caso clínico de Darth Vader también tiene sustancia. De hecho, hay otro artículo de otros autores titulado “¿Sufre Anakin Skywalker un trastorno de personalidad borderline?” (Psychiatry Res. 2011;185:299). Además de ese posible diagnóstico, Friedman y Hall también le cuelgan el trastorno de estrés postraumático y otros problemas edípicos.

Para ir acabando, pongo unos ejemplos de más diagnósticos galácticos. De la princesa Leia dicen que presenta un trastorno de personalidad histriónica. Padme Amidala tuvo depresión y ansiedad posparto. Obi-Wan desarrolló depresión mayor a edad avanzada y pseudodemencia. Lo de Yoda es bastante fácil: dislexia. No escapan al diagnóstico Lando Calrissian y su ludopatía ni Jabba the Hutt y su trastorno de personalidad antisocial. Y por supuesto tampoco se salva uno de los personajes más odiados por los fans, el plasta de Jar Jar Binks y su trastorno por déficit de atención e hiperactividad. En fin, vivir para ver...

Otro día tal vez os hable de otra perla científica titulada “Abrazando rasgos autistas: la herencia vulcaniana de Spock. Psiquiatría en el cine” (British Journal of Psychiatry 2014;204:251).


No hay comentarios:

Publicar un comentario