Las locuras humanas han sido una vasta fuente de inspiración
para la ficción. La lista de libros, películas o series de televisión sería
inagotable, así que no vale la pena empezar a nombrarlas, ya las conocéis. Lo curioso es cuando sucede en el sentido inverso y es la
psiquiatría la que se interesa por la ficción. En un post anterior vimos cómo
psiquiatras canadienses estudiaron las enfermedades mentales del oso Winnie
Pooh y sus amigos (CMAJ 2000 163:1557-1559),
y existen otros artículos publicados que han analizado la doble personalidad de
Gollum (BMJ
2004;329:1435-1436) o la conducta antisocial de Sansón (Arch Gen
Psychiatry 2001;58:202-203).
El amigo Josema Serrano me pasó hace unas semanas un nuevo
artículo científico que se puede añadir a esta lista. Su título “¿Puede
redimirse Kylo Ren?: Nuevas lecciones potenciales del episodio VII de Star Wars”
(Academic
Psychiatry 2016;40:630-633). Ahí queda eso...
Lo firman dos investigadores que podemos considerar tan
frikis como los radiólogos que publicaron una imagen de un TAC encefálico que se parecía a la
cara de Chewbacca. Uno es el Anthony P.S. Guerrero, que trabaja en la
Universidad de Hawai, y la otra es la doctora Maria Jasmin Jamora, que lo hace en un centro sanitario de Manila (Filipinas).
Pues bien, comienzan explicando que la saga galáctica nacida
de la mente de George Lucas puede ser una útil herramienta para la enseñanza de
la psiquiatría, y consideran que puede tener un gran valor para enseñar psicología
del desarrollo, psicodinámica, diagnóstico psiquiátrico y psicopatología, temas
sobre los que ya existían artículos científicos relacionados con las películas
previas de La Guerra de las galaxias, como veremos más adelante.
De hecho, los mismos autores publicaron otro trabajo en 2007
sobre “La caída y la redención de personas y sistemas: Lecciones potenciales de
la saga Star Wars” (Acad
Psychiatry. 2007;31:485–490), que puede considerarse un anticipo del
presente artículo.
En esta ocasión, tras resumir la trama de ‘El despertar de
la fuerza’, se centran en la figura de Kylo Ren, hijo de una pareja que rompió
sus lazos afectivos, ya que Han Solo dejó a la princesa Leia y prosiguió su
vida al lado del hirsuto Chewbacca, y heredó la fuerza de su abuelo materno,
que como bien sabéis no es otro que Darth Vader.
La pregunta de si Kylo Ren se redimirá y abandonará el lado
oscuro de la fuerza es algo que los guionistas deberán decidir para las próximas
películas, pero los autores creen que la historia de este muchacho descarriado,
vástago de una familia desestructurada y que ha tenido malas influencias,
personificadas en el líder supremo Snoke, puede ser útil para el aprendizaje de
la psiquiatría. Por ejemplo, podría utilizarse como ejemplo a la hora de
explicar a algunos padres angustiados las conductas conflictivas de sus hijos
adolescentes y cómo devolverlos al redil.
Resumiendo un poco esas lecciones de las que hablan los
autores, plantean en primer lugar que los psiquiatras necesitan apreciar el poder
que tienen las malas influencias en los adolescentes manipulables y transmitir
ese mensaje a los padres. También necesitan mostrar empatía hacia los
progenitores y su sensación de culpabilidad cuando se enfrentan al hijo
descarriado, “incluso cuando no se produzca un asesinato con un sable láser”,
subrayan.
Finalmente, si el psiquiatra tuviera oportunidad de abordar el caso de un joven con las características de Kylo Ren, podría emplear un enfoque de
tratamiento biopsicosocial que incluiría disponer de fuerzas de seguridad en el
entorno del paciente y “la confiscación de armas, sables de luz y otros
instrumentos de destrucción” (sic), además de forzar la abstinencia del uso de
drogas o medicamentos. También proponen emplear “intervenciones basadas en la
Fuerza, creando un ambiente, por lo general en un contexto hospitalario, que sea
seguro y lejos de líderes criminales y Sith Lords”. Como veis, estas son algunas de las
propuestas que plantean si se tumbará en su diván alguien como Kylo Ren, aunque yo no
estaría tan seguro de que el psiquiatra saliera vivito y coleando de una
situación semejante. Pero bueno, “de buenas intenciones está empedrado el suelo
del infierno”.
Como decía antes, otros artículos han analizado las
enfermedades mentales de diversos personajes de la saga galáctica. Susan
Friedman, de la Universidad de Auckland, y Ryan Hall, de la Universidad de
Central Florida, son otros investigadores que han profundizado en el tema. El
año pasado publicaron un par de artículos titulados “Enseñar psicopatología en
una galaxia muy, muy lejana: el lado oscuro de la Fuerza” (Acad
Psychiatry 2015;39:719-725) y “Psicopatología en una galaxia muy, muy
lejana: el uso del lado oscuro de Star Wars en la enseñanza” (Acad
Psychiatry 2015;39:726-32).
También ensalzan la utilidad de las películas para enseñar
psiquiatría a los futuros especialistas. En ese contexto, escriben sobre una
posible depresión adolescente de Luke Skywalker en el primer film de la saga, o
de una posterior esquizofrenia prodrómica, detectable por sus alucinaciones
auditivas y sus creencias de que está destinado a salvar la galaxia, síntomas
que se confirman en las películas posteriores por sus borrosas visiones de su mentor Obi-Wan
Kenobi dándole consejos después de muerto.
Su enfrentamiento con Darth Vader en ‘El imperio
contraataca’ también pudo derivar en un complejo de Edipo y una ansiedad
castrante cuando “su padre, al que creía
muerto, le rebanó la mano con un sable de luz de forma fálica”. No lo digo yo, sino los autores.
Evidentemente, el caso clínico de Darth Vader también tiene
sustancia. De hecho, hay otro artículo de otros autores titulado “¿Sufre Anakin
Skywalker un trastorno de personalidad borderline?” (Psychiatry
Res. 2011;185:299). Además de ese posible diagnóstico, Friedman y Hall
también le cuelgan el trastorno de estrés postraumático y otros problemas
edípicos.
Para ir acabando, pongo unos ejemplos de más diagnósticos
galácticos. De la princesa Leia dicen que presenta un trastorno de personalidad
histriónica. Padme Amidala tuvo depresión y ansiedad posparto. Obi-Wan
desarrolló depresión mayor a edad avanzada y pseudodemencia. Lo de Yoda es
bastante fácil: dislexia. No escapan al diagnóstico Lando Calrissian y su
ludopatía ni Jabba the Hutt y su trastorno de personalidad antisocial. Y por
supuesto tampoco se salva uno de los personajes más odiados por los fans, el
plasta de Jar Jar Binks y su trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
En fin, vivir para ver...
Otro día tal vez os hable de otra perla científica titulada
“Abrazando rasgos autistas: la herencia vulcaniana de Spock. Psiquiatría en el
cine” (British Journal of
Psychiatry 2014;204:251).
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