Noche de Reyes. Millones de niños se irán nerviosos a la
cama y despertarán revolucionados en busca de sus nuevos juguetes. Seguro que
más de uno desenvolverá un osito de trapo y probablemente alguno tendrá la apariencia de Winnie Pooh, un personaje que ideó el escritor
A.A. Milne y que popularizó la Disney con sus películas y vídeos. Por eso
aprovecho para rescatar un artículo que comenté hace años. Apareció publicado
en el ‘Canadian Medical Association Journal’
(CMAJ
2000;163:1557-1559), revista que también tiene la costumbre de incluir
algún artículo divertido en su último número de cada año.
Seguro que lo sabéis, pero por si acaso os recuerdo que
Winnie Pooh es un goloso osito de trapo que vive en el llamado Bosque de los
Cien Acres, y sus amigos son un burro, un tigre, un conejo, una mamá canguro y
su hijo, un búho, un cerdito y un niño llamado Christopher Robin.
En definitiva, un mundo de ficción aparentemente feliz si no
fuera porque, según investigadores canadienses, sus habitantes tienen
importantes problemas mentales. Parece que el Bosque de los Cien Acres no
ejerce una buena influencia sobre la salud de sus moradores, puesto que a
juicio de los científicos, que aplicaron los más modernos criterios de
diagnóstico psiquiátrico, todos los personajes presentan, en mayor o menor
medida, algún tipo de trastorno mental.
Empezando por el protagonista, el oso Winnie Pooh, señalaban
que este "desafortunado" personaje presenta un claro trastorno por
déficit de atención e hiperactividad, además de una fijación obsesiva por la
miel. Esto último ha contribuido, además, a su patente obesidad. Su actitud,
según los investigadores canadienses, muestra que sufre un trastorno obsesivo
compulsivo y, a la larga, puede acabar desarrollando el síndrome de Tourette,
trastorno caracterizado por múltiples tics y, en determinados casos, por la exclamación de
palabras obscenas y comentarios despectivos. Atendiendo a las diversas
patologías que presenta Winnie Pooh, los autores consideraban apropiado que fuera
tratado con un metilfenidato, un psicoestimulante utilizado
para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
Piglet, el cerdito, tampoco salía bien parado. Para los
autores del artículo su comportamiento es claramente indicativo de un trastorno
de ansiedad generalizado. De haber sido diagnosticado en la infancia y tratado
desde joven con algún fármaco ansiolítico, mejor le hubieran ido las cosas.
La depresión crónica o distimia es el
diagnóstico del burrito de trapo. La amputación traumática de su cola, cuyos
pedazos lleva atados con un lazo, es posiblemente el origen de la enfermedad
del siempre triste y pesimista Igor. El Prozac sería el tratamiento de
elección, según los autores.
El tigre Tigger, que siempre aparece dando brincos como un poseso, también
presenta un trastorno por déficit de atención e hiperactividad del subtipo
impulsivo. Por su parte, el búho es disléxico, mientras que el conejo muestra un trastorno de personalidad narcisista.
Los investigadores se declaraban preocupados por el cangurito
Rito, debido al patológico ambiente en que se cría y al hecho de no tener padre conocido. Puestos a hacer predicciones, aventuraban que acabará siendo un
delincuente juvenil. Por otro lado, su mejor amigo es Tigger, quien no
desempeña un papel modélico para el joven Rito. En fin, que su futuro no parece
nada halagüeño y sin duda acabará afectando a la salud mental de su protectora
madre.
Por último, la tomaban con el niño Christopher Robin. No encontraron
en él ninguna enfermedad diagnosticable, pero algunas características eran
consideradas signos de preocupación. "Tenemos el problema obvio –escribían-
de una completa ausencia de supervisión por parte de los padres, por no mencionar el
hecho de que este niño pasa el tiempo hablando con los animales."
Ante todos estos datos cabe preguntarse si es conveniente
que dejemos a los niños ver las historias de Winnie Pooh sin temor a que
ello repercuta en su salud mental, aunque está claro que el "estudio"
no es más que una ocurrente broma. A los ojos de un científico, una tristeza, alegría y nerviosismo relativamente normales pueden a veces ser sinónimos de
depresión, hiperactividad y ansiedad, algo que plantearon con fina ironía los
autores de este divertido artículo, que lleva también implícita una crítica
relativa al abuso o mal uso de herramientas diagnósticas como el DSM.
Mucho peor fue recomendar a los padres prohibir que sus
hijos vieran los Teletubbies, como hizo un famoso predicador norteamericano de
la época, alegando que uno de ellos –el llamado Tinky Winky- era homosexual. Su
color lila, el triángulo invertido que llevaba sobre su cabeza y que a veces
apareciera con un bolso rojo eran signos evidentes de su orientación sexual, en
opinión de la mente calenturienta y retorcida del predicador en cuestión, un evangelista
bastante influyente en Norteamérica llamado Jerry Falwell que falleció en 2007.
En su misma línea encontramos a otro predicador llamado James C. Dobson, que
alertó sobre las inmorales tendencias gays de Bob Esponja. A estos sí que le hacía falta consultar a un buen
psiquiatra.
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