miércoles, 9 de diciembre de 2015

Un clásico entre los clásicos: cuerpos extraños en el recto

Llantén.
Para celebrar los 500 seguidores de este blog en Facebook me ha apetecido recuperar aquí un fragmento de mi libro, dedicado a un famoso artículo recopilatorio que publicaron los Dres. David Busch y James Starling en una prestigiosa revista de cirugía hace bastantes años. Su título: "Cuerpos extraños en el recto: casos clínicos y revisión extensa de la literatura mundial" (Surgery 1986;100:512-519). Los autores fueron galardonados merecidamente con el Premio Ig Nobel de Literatura en 1995 por "su profundo y penetrante trabajo de investigación".

Es realmente alucinante la cantidad y variedad de cosas que es capaz de meterse la gente por el culo. El número de casos publicados en la literatura médica es extensísimo, y seguro que aún lo es muchísimo más el de situaciones que han llegado a urgencias y que nunca se han divulgado ni se divulgarán.

En la citada revisión, un clásico entre clásicos, el número de botellas y tarros de formas y tamaños diversos asciende a 31, el de vasos y copas a 12, el de bombillas a 7 y el de tubos a 6. También comentan el caso de un individuo que se introdujo una botella por el recto, con la precaución de atarle una cuerda por si se perdía en las profundidades (igual que Teseo en el laberinto del Minotauro). Sin embargo, el hecho de que tuviera que ir al hospital y que su caso fuera publicado invita a pensar que la cuerda también se perdió en las mismas profundidades.

En cuanto a alimentos consumidos por el extremo inferior del tracto digestivo (no creo que así se aprovechen demasiado sus cualidades nutritivas), los autores citan, entre otros, una manzana, dos plátanos, cuatro zanahorias, tres pepinos, dos cebollas, una chirivía, una patata, un salchichón, un nabo y un llantén. Esto último es una planta con unas curiosas espigas algo ásperas, lo que quizás explica por qué el individuo que se la metió por el culo le puso un condón. Para resolver dudas, es lo que aparece en la foto que puesto ahí arriba.

En cuanto a objetos de madera, siguiendo con la relación de Busch y Stirling, citan un mango de hacha, diez palos de escoba o de fregona y otros tres objetos diversos o no especificados. Los utensilios de cocina también son susceptibles de convertirse en "cuerpos extraños rectales". La lista incluye un cuchillo romo, un picahielo (¿tendría algo que ver la Sharon Stone de 'Instinto básico'?), un afilador de cuchillos, dos manos de mortero, una espátula de plástico y una cuchara.

Otros objetos hallados son, por ejemplo, un cirio (¿un beato o beata, tal vez), unas tenacillas de rizar el pelo, una varilla de hierro, un bolígrafo, un destornillador, un cepillo de dientes y hasta un muelle de alambre. También se han encontrado objetos hinchables como globos y preservativos y, para los más deportistas, dos pelotas de béisbol y una de tenis.

Hasta aquí se mencionaban objetos de todo tipo, pero relativamente suaves como para ser introducidos por el recto. ¿Pero cómo puede meterse alguien una pelota de tenis, con toda esa pelusilla que la cubre? Mi imaginación no alcanza para tanto.

Me perdonará el lector, pero la lista no se ha acabado todavía. Mencionan también un tapón de corcho, un bote de talco, un frasco de champú (con su tapón y todo), una caja de velas, tres cuernos de animales varios, una cadena de oro, un rabo de cerdo congelado, dos piedras y el mango de un látigo. Algún fan de Indiana Jones, supongo.

Dejo para el final los casos que los autores del artículo comentan uno por uno. Explican que un sujeto se introdujo dos fluorescentes (apagados, creo), otro se metió media sierra de joyero, otro una lata de aceite con un trozo de patata (supongo que no pretendía freírla), el siguiente se implantó un trozo de madera con un cacahuete, y otro el mango de un paraguas con el tubo de una lavativa.

La descripción de casos múltiples se vuelve cada vez más surrealista: un individuo (no se sabe si con intención de suicidarse a lo bonzo o de quemar un bosque) se metió las cabezas de fósforo de todas las cerillas de una caja, a otro le extrajeron nada menos que 402 piedras, a otro dos pastillas de jabón (eso sí, quedó bien limpio), al siguiente una caja de herramientas (textual, lo juro), y otro se metió dos manzanas enteras

Y dejo para el final a un peculiar sujeto que fue aplicándose por vía rectal todo lo que encontró a mano, a saber: una gafas, una llave de un maletín, una pitillera y una revista. Por lo que pueda pasar, mejor mantenerse alejado de energúmenos como este, capaz de meterse por el ano toda la sección de ferretería de un hipermercado.

Es curioso constatar que en el listado de objetos de este artículo de revisión solo se citan 23 vibradores, cifra relativamente baja en comparación con el número total de objetos destinados a otros usos. Supongo que llegar a urgencias con un consolador o un vibrador empotrado, en ocasiones aún funcionando, debe de ser algo tan habitual que ni siquiera merece su publicación como caso clínico.

Por otro lado, desde que este articuló se divulgó en 1986 hasta nuestros días, la relación de cosas introducibles habrá aumentado hasta donde nuestra imaginación es incapaz de alcanzar. En su artículo se refieren a 700 objetos identificados que fueron recuperados de unos 200 pacientes. Pero ya se sabe, el mundo progresa (aunque no sabemos bien hacia dónde) y la realidad muchas veces supera a la ficción.


2 comentarios:

  1. Madre mía, y eso que por entonces no estaba Internet, que da unas ideas muy locas...

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