jueves, 3 de diciembre de 2015

Bob Esponja, excesivamente absorbente para los preescolares

En algunos de mis posts antiguos, que algún día recuperaré en este blog, comprobé que ser un personaje de ficción no significa poder escabullirse del escudriñamiento científico. Ni siquiera ser un dibujo animado. En su día hablé estudios que habían abordado el diagnóstico psiquiátrico de Gollum (British Medical Journal 2004;329:1435-1436), los traumatismos craneoencefálicos de Tintín  (CMAJ 2004;171:1433-1434), los efectos de la lectura de Harry Potter sobre los accidentes infantiles (BMJ 2005;331:1505-1506) o los trastornos mentales del osito Winnie Pooh (CMAJ 2000 163:1557-1559).

En 2011 le llegó el turno a Bob Esponja, cuya serie de animación era en aquel momento la más vista por los niños de 4 a 12 años de edad en nuestro país. Resulta que una psicóloga norteamericana de la Universidad de Virginia, llamada Angeline Lillard, se dedicó a analizar cómo afectaba ver estos dibujos a los niños de 4 años.

Hizo sus experimentos con 60 niños de esa edad. Un grupo pasó 9 minutos viendo a Bob Esponja, definida por la autora como “serie infantil de ritmo trepidante”, mientras que un segundo grupo se dedicó a ver Caillou, serie infantil más sosegada y con una finalidad más educativa que la del amarillento porífero encorbatado que “vive en la piña debajo del mar”. Un tercer grupo simplemente pasó el tiempo dibujando.

Los tres grupos de niños fueron sometidos inmediatamente después a una serie de pruebas para evaluar su función ejecutiva, definida como una colección de habilidades que engloban la atención, la memoria, la resolución de problemas y el autocontrol, entre otras. En una de esas pruebas, por ejemplo, debían pronunciar al revés una serie de varios números que les decía el investigador. En otra debían tocarse los pies cuando el investigador les pidiera tocarse la cabeza y viceversa. Otro test consistió en resolver el clásico problema de las torres de Hanoi.

Los resultados del experimento, que se publicó en la revista ‘Pediatrics’ bajo el título “El impacto inmediato de diferentes tipos de televisión sobre la función ejecutiva de niños pequeños” (2011;128:644-649), revelan que aquellos que vieron a Bob Esponja obtuvieron peores puntuaciones en las pruebas realizadas. En cambio, los resultados obtenidos por los que vieron a Caillou no se diferenciaron de los que pasaron el rato dibujando.

Otra prueba midió su impulsividad. En concreto, consistió en enseñarles dos platos de chucherías y dejarlos solos en una habitación. En un plato había dos dulces y en el otro diez. Si hacían sonar una campana, aparecería un adulto y les dejaría comer el plato con menor cantidad. Si tenían paciencia y esperaban, cuando el adulto llegara les dejarían comer el plato de diez. El artículo de la Dra. Lillard también muestra que los niños que vieron a Bob Esponja fueron significativamente más impacientes e impulsivos que el resto.

La conclusión de la autora es que dejar a los niños de 4 años ver una serie de dibujos animados de ritmo desenfrenado tiene un impacto negativo sobre su función ejecutiva, lo cual afecta temporalmente a su capacidad de atención y de aprendizaje. Por lo tanto, desaconseja a los padres dejar que los niños vean a Bob Esponja en la tele antes de ir al colegio o antes de realizar alguna actividad que requiera prestar atención.

Es una polémica más sobre los posibles efectos nocivos de la “caja tonta”, pero no tiene ni punto de comparación con las quejas que algunos grupos ultraconservadores estadounidenses hicieron del personaje hace ya unos cuantos años, acusándolo de promover la homosexualidad. El origen de la tontería fue que la imagen de Bob Esponja fue utilizada –junto a otros muchos más personajes populares- cantando en un vídeo que se distribuyó en escuelas de educación primaria para difundir un mensaje de tolerancia hacia todo tipo de culto, género, raza u orientación sexual. Criticaron que el monigote animado era un personaje emblemático de la comunidad gay, un honor que compartía con otros famosos, desde Epi y Blas hasta Batman y Robin, pasando por el teletubbie morado. Vivir para ver...


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