Hace una semana se
conocieron los ganadores de la presente edición de los Premios IgNobel. Un año más, el Sanders
Theater de la Universidad de Harvard acogió la divertida ceremonia de entrega
de estos galardones que concede la revista Annals
of Improbable Research a investigaciones científicas que “primero nos hacen
reír y luego nos hacen pensar”.
Como siempre, no faltó la
ironía ni la crítica. Véase el premio que fue a parar a la compañía Volkswagen
por “resolver el problema de las emisiones contaminantes excesivas de los automóviles,
al producir automática y electromecánicamente menos emisiones cuando el coche
está siendo probado”. Genial, aunque ningún ejecutivo fue a recoger el
galardón.
El premio en la categoría
de Reproducción fue a parar a un investigador egipcio por estudiar los efectos
de vestir pantalones de poliéster, algodón o lana sobre la vida sexual de las
ratas, mientras que el de Medicina fue para otro trabajo en el que se concluye
que si te pica el hombro izquierdo, por ejemplo, se alivia el picor si te
rascas el hombro derecho mientras te miras en un espejo. Lo acabo de probar y
no lo tengo del todo claro, pero en fin...
Sin embargo, dejo esas
impresionantes investigaciones para futuros posts, puesto que en esta ocasión
he querido recordar un invento que obtuvo su IgNobel Se concedió a los
inventores de un sujetador femenino que, en caso de necesidad, puede convertirse
en una mascarilla. O mejor dicho, en dos mascarillas, para poder pasarle una a
la persona que la mujer tiene al lado.
Esa espectacular invención
fue ideada por Elena Bodnar, Raphael Lee y Sandra Marijan, tres vecinos de
Chicago tal vez preocupados por posibles ataques bioterroristas, que lo
patentaron en Estados Unidos (número 7255627).
En la información de la oficina de patentes se indica que la prenda íntima
puede convertirse en una o dos mascarillas, pues cada copa del sujetador
contiene secciones desmontables en las que hay un filtro que impide la
inhalación de partículas peligrosas, y los tirantes de la prenda pueden
utilizarse a modo de goma elástica.
"¿Acaso no es maravilloso
que las mujeres tengamos dos pechos en vez de uno? Así no solo podemos salvar
nuestra vida, sino también la del hombre que nosotras elijamos", declaró Elena
Bodnar cuando recogió el IgNobel en la ceremonia de aquel año, acompañada de
algunos miembros del jurado –profesores de Harvard que en su día obtuvieron el
auténtico Premio Nobel- con el “sostén-mascarilla” puesto.
Gracias a este artilugio,
en caso de emergencia, siempre será posible que una generosa dama se quité el
sostén y nos dé la mitad convertida en ingeniosa mascarilla para salvarnos la
vida. Aunque pensando en el tamaño del busto de algunas féminas como Dolly
Parton –es la que se me viene a la cabeza ahora mismo-, habría casos en que
puede emplearse hasta de capucha.
En cualquier caso,
que sepáis que el sujetador mascarilla se comercializa ya desde hace tiempo
como Ebbra a través de su propia web, está disponible en diferentes tallas
–aunque eso no parece tener mucha importancia en situaciones de emergencia
vital-, solamente se vende de color rojo y su precio es de 29,99 dólares.
No solo eso.
También hay una versión –el Rad Emergency Bra- que incorpora un sensor de
radiación en el lacito donde se unen las dos copas del sujetador, solo por
49,99 dólares. Y prometen añadir otros tipos de sensores –químicos o biológicos-
en futuros modelos.
Está claro que la
imaginación no tiene límites a la hora de buscar la forma de ganarse las
habichuelas. Aunque podría haber sido peor: se les podría haber ocurrido
utilizar otros tipos de prendas íntimas.
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