martes, 26 de julio de 2016

¿Por qué las pelusas de mi ombligo son azules?

Antes de comenzar mis merecidísimas vacaciones os dejo con un artículo científico que se ha convertido en un clásico y que ya publiqué en mi libro. Se trata de un estudio de Karl Kruszelnicki, médico de la Universidad de Sydney, en Australia, quien tiene –o tenía- un programa radiofónico de esos en que los ciudadanos hacen consultas por teléfono.

Según se cuenta, un día llegó a la emisora una interesante pregunta: “¿Por qué la borra de mi ombligo es azul y por qué la tengo?” Pese a que la ciencia trata de averiguarlo todo sobre el ser humano, el Dr. Kruszelnicki no tenía respuesta inmediata. Sus búsquedas en la literatura médica fueron infructuosas. Sin embargo, como buen científico, la curiosidad pudo más y antes de responder “no lo sé”, emprendió una de las investigaciones más sorprendentes que se recuerdan, y que recogió el canal australiano ABC.

La expansión de Internet le permitió reclutar para su estudio a 4.799 sujetos (58,1% varones y 41,9% mujeres) que contestaron un largo cuestionario. Resultó que dos de cada tres declararon encontrar de tanto en tanto un amasijo de pelusas en su ombligo y que cuanto más avanzada era la edad del individuo, más probabilidades existían de que las tuviera, especialmente en el caso de los hombres (el 73% de los que tenían borra lo eran) y en particular si se trataba de machos peludos.

La presencia de pelusas umbilicales también fue más habitual en aquellas personas (principalmente varones, aunque no todas las mujeres quedan excluidas) que tenían una línea de vello entre el ombligo y el pubis.

Por otro lado, el color de las pelusas fue azulado en la mayor parte de los casos, pero sólo en el 37% se correspondía con el color de la ropa que llevaba el individuo pegada a la barriga. La posible relación con el color de la piel también se investigó, y se llegó a la conclusión de que un tono oscuro se asocia a un cúmulo de pelusas también oscuro, si bien el autor apunta que “la correlación es tan pequeña que probablemente se deba a un error experimental”.

También tuvo en cuenta otro parámetro a priori extravagante: el tipo de lavadora con el que solían lavar la ropa, diferenciando las de carga superior de las de carga frontal. El Dr. Kruszelnicki señaló al respecto que los datos recogidos no permitían interpretar los resultados, pero afirmó disponer de muchos relatos de personas que al cambiar una lavadora de carga superior por una de carga frontal experimentaron un sustancial descenso de la cantidad de borras instaladas en su ombligo.

Para confirmar su hipótesis de que la abundancia de vello corporal se correlaciona con la frecuencia de formación de pelusa, emprendió un experimento con 182 individuos que se prestaron a depilarse la zona de la barriga. Los resultados mostraron que un 40% reconoció que la ausencia de pelo disminuyó la formación de lanilla, un 24% no notó ninguna diferencia y un 35% contesto con el clásico “no lo sabe”.

Además de la encuesta, se tomaron muestras que se estudiaron con microscopio electrónico, gracias a lo cual se comprobó que la materia que se acumula en el ombligo está formada por fibras textiles, además de vello y células de la piel, tal como se esperaba.

No obstante, la explicación sobre el color azul predominante sigue sin resolverse con claridad. Las teorías actuales responsabilizan de ello al color del detergente con que se lava la ropa, al de los tintes y a la presencia de urea en el sudor.

En su página de Internet, el Dr. Kruszelnicki agradeció a todos los participantes haber conseguido en el año 2002 el Ig Nobel en el apartado de Investigación Interdisciplinaria. Por otro lado, en el Canadian Medical Association Journal (CMAJ 2002;167:1350), la Dra. Carolyn Brown, que dedicó un artículo a la descripción de este prometedor estudio científico, destacó el caso de un tipo llamado Graham Barker, que desde 1984 se dedica a guardar sus propias pelusas umbilicales. Sí, es el individuo de la foto que veis aquí al lado. Por entonces –hace unos 15 años- ya había llenado con ellas tres grandes botellas. Un artículo publicado en Metro sobre su “magnífica hazaña” en 2010 informaba que ya disponía de 22,1 gramos de borra de distintos colores. Como debéis imaginar, este australiano figura desde hace tiempo, meritoriamente, en el Libro Guinness de los Récords.


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