Antes de comenzar mis merecidísimas vacaciones os dejo con
un artículo científico que se ha convertido en un clásico y que ya publiqué en
mi libro. Se trata de un estudio de Karl Kruszelnicki, médico de la Universidad
de Sydney, en Australia, quien tiene –o tenía- un programa radiofónico de esos
en que los ciudadanos hacen consultas por teléfono.
Según se cuenta, un día llegó a la emisora una interesante
pregunta: “¿Por qué la borra de mi ombligo es azul y por qué la tengo?” Pese a
que la ciencia trata de averiguarlo todo sobre el ser humano, el Dr.
Kruszelnicki no tenía respuesta inmediata. Sus búsquedas en la literatura
médica fueron infructuosas. Sin embargo, como buen científico, la curiosidad
pudo más y antes de responder “no lo sé”, emprendió una de las investigaciones
más sorprendentes que se recuerdan, y que recogió el canal australiano ABC.
La expansión de Internet le permitió reclutar para su
estudio a 4.799 sujetos (58,1% varones y 41,9% mujeres) que contestaron un
largo cuestionario. Resultó que dos de cada tres declararon encontrar de tanto
en tanto un amasijo de pelusas en su ombligo y que cuanto más avanzada era la
edad del individuo, más probabilidades existían de que las tuviera,
especialmente en el caso de los hombres (el 73% de los que tenían borra lo
eran) y en particular si se trataba de machos peludos.
La presencia de pelusas umbilicales también fue más habitual
en aquellas personas (principalmente varones, aunque no todas las mujeres
quedan excluidas) que tenían una línea de vello entre el ombligo y el pubis.
Por otro lado, el color de las pelusas fue azulado en la
mayor parte de los casos, pero sólo en el 37% se correspondía con el color de
la ropa que llevaba el individuo pegada a la barriga. La posible relación con
el color de la piel también se investigó, y se llegó a la conclusión de que un
tono oscuro se asocia a un cúmulo de pelusas también oscuro, si bien el autor
apunta que “la correlación es tan pequeña que probablemente se deba a un error
experimental”.
También tuvo en cuenta otro parámetro a priori extravagante:
el tipo de lavadora con el que solían lavar la ropa, diferenciando las de carga
superior de las de carga frontal. El Dr. Kruszelnicki señaló al respecto que
los datos recogidos no permitían interpretar los resultados, pero afirmó
disponer de muchos relatos de personas que al cambiar una lavadora de carga
superior por una de carga frontal experimentaron un sustancial descenso de la
cantidad de borras instaladas en su ombligo.
Para confirmar su hipótesis de que la abundancia de vello
corporal se correlaciona con la frecuencia de formación de pelusa, emprendió un
experimento con 182 individuos que se prestaron a depilarse la zona de la
barriga. Los resultados mostraron que un 40% reconoció que la ausencia de pelo
disminuyó la formación de lanilla, un 24% no notó ninguna diferencia y un 35%
contesto con el clásico “no lo sabe”.
Además de la encuesta, se tomaron muestras que se estudiaron
con microscopio electrónico, gracias a lo cual se comprobó que la materia que
se acumula en el ombligo está formada por fibras textiles, además de vello y
células de la piel, tal como se esperaba.
No obstante, la explicación sobre el color azul predominante
sigue sin resolverse con claridad. Las teorías actuales responsabilizan de ello
al color del detergente con que se lava la ropa, al de los tintes y a la
presencia de urea en el sudor.
En su página de Internet, el Dr. Kruszelnicki agradeció a
todos los participantes haber conseguido en el año 2002 el Ig Nobel en el
apartado de Investigación Interdisciplinaria. Por otro lado, en el Canadian
Medical Association Journal (CMAJ 2002;167:1350), la
Dra. Carolyn Brown, que dedicó un artículo a la descripción de este prometedor
estudio científico, destacó el caso de un tipo llamado Graham Barker, que desde
1984 se dedica a guardar sus propias pelusas umbilicales. Sí, es el individuo de la foto que veis aquí al lado. Por entonces –hace
unos 15 años- ya había llenado con ellas tres grandes botellas. Un artículo
publicado en Metro
sobre su “magnífica hazaña” en 2010 informaba que ya disponía de 22,1 gramos
de borra de distintos colores. Como debéis imaginar, este australiano figura
desde hace tiempo, meritoriamente, en el Libro Guinness de los Récords.
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