Alguna vez hemos visto en el cine o en televisión a algún
personaje que se traga una llave. Por ejemplo, engullir la llave de las esposas
es lo que hacía un policía en un episodio de ‘Historias de la cripta’ titulado
‘Muerte inmunda’ para que no se le escapara el atracador de bancos que acababa
de detener. Personajes animados como Jack de ‘El gato con botas’ o el célebre
gato Tom también se tragaron llaves, el primero la de un cofre para impedir el
robo de sus habichuelas mágicas, y el segundo para evitar la fuga del ratón
Jerry de la celda donde estaba encerrado.
Pero no recuerdo haber visto ni oído de nadie en ninguna
película que se tragara un candado entero. Pero ya sabemos que la realidad
supera muchas veces a la ficción, y eso es precisamente lo que hizo una mujer de 25 años de la India que acudió a un servicio de urgencias en agosto de 2014,
acompañada de sus padres y unos cuantos parientes.
En el caso clínico que publicaron los médicos que la
atendieron (International Journal
of Research in Medical Sciences 2015;3:1015-1017) explicaban que la
paciente presentaba disfasia (alteración del lenguaje que se caracteriza por falta
de coordinación de las palabras) y disnea (dificultad para respirar). Tampoco
podía tragar saliva ni sorbos de agua. Además, se mostraba confundida,
inquieta, no hablaba ni tampoco era capaz de mirar a los ojos a los médicos.
En la radiografía, como se puede ver en la foto de más
arriba, se observó bastante bien que se trataba de un candado de 5,5 x 3,5 x 1 cm que se había quedado atascado en la orofaringe. Tuvieron que ponerle anestesia general y con las pinzas adecuadas se lo extrajeron. Es lo que podéis ver esta
otra foto.
En el artículo los autores comentan que buena parte de los
casos en que la gente se traga cosas extrañas están asociados a trastornos
mentales. Lo cierto es que esta paciente no andaba demasiado fina en ese
aspecto ni tampoco los familiares que la acompañaron.
En primer lugar, los padres explicaron que la joven acudía a un
curandero tántrico, quien le había dicho que estaba poseída por un demonio. Por
lo visto, según explican los firmantes del artículo, no es raro que alguno de
estos curanderos convenza a sus pacientes para que se autolesionen como método
curativo, recomendación que escandalizarían al mismísimo Hipócrates.
A pesar de estar casada, ser madre y vivir sin demasiadas
preocupaciones, el marido confesó que solía hablar con la diosa hindú Mata Ji,
“un claro caso de alucinación que los familiares fueron incapaces de apreciar”,
escriben los médicos. Además, la familia creía que la mujer poseía poderes
sobrenaturales y afirmaban que era capaz de levantar una bicicleta con un solo
dedo. Pero a juicio de los médicos, su único “superpoder” fue engullir un
candado y acabar en urgencias, así que no parece que la Marvel esté interesada en esta nueva superheroína.
Si hacemos una búsqueda, encontraremos bastantes casos
clínicos sobre gente que se traga cosas de lo más raro. En este blog ya hablé del futbolista que se tragó sin querer una chapa de cerveza cuando celebraba haber ganado la liga. Es verdad que los
problemas mentales están detrás de una proporción importante de esas
situaciones, pero no siempre. Hace tiempo ya escribí sobre una individua de 27
años que acudió a urgencias con un cepillo de dientes incrustado en el esófago.
Hay gente que se cepilla los dientes con fruición, pero pocos llegan a estos
extremos de querer alcanzar con las cerdas las cuerdas vocales.
Según explicó la desdichada, su torpeza la hizo resbalar en
el suelo mojado del baño cuando tenía el cepillo dentro de la boca. El
accidente provocó que lo engullera enterito, tal como se publicó en la revista
británica ‘The Lancet’ (2001;357:1012).
Los autores escribieron que no le dolía y que en la faringe no había signos de
lesión. Lo curioso es que el mango del cepillo era la parte que estaba abajo,
más cerca del estómago, mientras que el extremo que tiene las cerdas estaba
tocando la faringe, algo que, según los médicos que escribieron el artículo, no
coincidía con la explicación que dio la señora. A no ser que utilizara el
cepillo al revés, claro. En fin, se lo extrajeron sin complicaciones mediante
una endoscopia y suponemos que dejó el esófago bien limpio por dentro, hasta
con flúor.
No es un caso aislado. Tenemos otro de engullimiento de
cepillo de dientes en ‘BCM Research Notes’ (2014
7:788) referente a un hombre asiático de 44 años con historia de
esquizofrenia de tipo paranoide. Le extrajeron el cepillo de la faringe y
santas pascuas...
Otro caso curioso es el publicado por los doctores Brunello
y Mandikos en el ‘Australian Dental Journal’ (1995;40:349-351),
quienes comentaban que tragarse o aspirar pequeños objetos extraños dentales es
algo relativamente frecuente y que en la literatura científica se han descrito
muchos casos. Sin embargo, zamparse sin querer un gran trozo de la dentadura
postiza es menos habitual. Eso es lo que le ocurrió a un caballero de 67 años
cuya dentadura se alojó en mitad del esófago y allí quedó bloqueada. Las
radiografías permitieron determinar su localización exacta y fue necesario
anestesiar al desafortunado sujeto y extraerle su prótesis dental mediante una
esofagoscopia. No sabemos si se la volvió a poner.
Distinto es el caso de un joven mago de 20 años que se metió
dos largas agujas de hacer punto por las fosas nasales en uno de sus
espectáculos. El problema es que se le quedaron clavadas en la nasofaringe y no
se las pudieron sacar hasta que estuvo en el quirófano bajo anestesia general.
Debería haber ensayado mejor el número. Este caso se publicó en el ‘West
African Journal of Medicine’ (2005;24:89-91). Por cierto, algún día os hablará de un famoso estudio hecho con tragasables...
Todo esto me ha recordado a un individuo que solía salir en
programas de televisión cuando yo era niño y que me hacía mucha gracia. Se
hacía llamar Chaz Chase y su espectáculo consistía en atizarse todo lo que
estaba al alcance de su mano, ya fueran papeles, bombillas o cuchillas de
afeitar. Por lo visto, murió en 1983 y no sé si su dieta tuvo algo que ver.
Hubo otro showman todavía más bestia. Era francés y se hacía
llamar Michel Lotito, aunque la gente lo conocía como ‘Monsieur Mangetout’.
Sufría un trastorno llamado pica, que se caracteriza por el deseo irresistible
de comer o lamer sustancias no nutritivas y poco usuales, desde tierra o yeso
hasta ceniza de cigarrillos o papel. Michel Lotito hizo de su trastorno su
medio de vida en el mundo del espectáculo. Se podía comer tranquilamente una
caja de tornillos del siete pero, según confesaba, los plátanos le producían
ardor de estómago. Si lo queréis ver en acción, pinchad en este vídeo. A lo largo de su
vida (vivió entre 1950 y 2007) logró algunas plusmarcas difíciles de batir: se
llegó a comer una avioneta Cesna enterita, dieciocho bicicletas, siete
televisiones, dos camas, un par de esquís, un ordenador y hasta un ataúd. Creo que estaba vacío. Ahí lo dejo.
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