martes, 25 de octubre de 2016

Explosiones intestinales... mejor en la mesa de operaciones

¿Qué cara le puede quedar a un cirujano -aparte de bastante sucia, claro está- cuando, mientras está operando, explotan los intestinos del paciente? ¿Esto puede ocurrir? Pues sí, y por ello hay varias desgraciadas descripciones de casos recogidas en la literatura médica.

Científicos franceses publicaron, ya a principios de los ochenta, los tres factores necesarios para desencadenar una explosión de gases intestinales (Ann Fr Anesth Reanim 1983;2:431-435). Son los mismos que aquellos que nos enseñaban en el colegio para hacer fuego: un combustible, un comburente y un desencadenante de la combustión. En el caso del estallido de intestinos, los combustibles serían el metano y el hidrógeno, los comburentes el oxígeno y el óxido nitroso, y el desencadenante puede ser una fuente de calor, como los instrumentos quirúrgicos que se emplean para cauterizar o la diatermia, que es el calentamiento del cuerpo mediante radiaciones electromagnéticas y que se utiliza con cierta asiduidad en los quirófanos.

El caso clínico que describían los cirujanos franceses correspondía a un paciente de 51 años con cáncer. Explicaron que el infeliz incidente se produjo mientras le realizaban una exenteración pélvica, es decir, la extirpación de todas las vísceras de la pelvis. El sujeto estaba bajo anestesia general y los cirujanos estaban haciendo una incisión en el colon con un electrocauterio cuando se produjo, en sus propias palabras, “una violenta deflagración por lesiones orgánicas”. Como puede apreciarse, la mezcla de combustible, comburente y desencadenante puede dar lugar a unos fuegos de artificio nada agradables.

En la revista ‘Gastroenterology’ (1989:96:530-531) también se informaba hace años del primer caso de ruptura del estómago debida a una explosión de gas en un paciente al que practicaban una gastrostomía, consistente en abrir un orificio en el abdomen para introducir una sonda de alimentación en el estómago. La acumulación de gases en el intestino del desdichado individuo, fruto de la actividad de bacterias productoras de hidrógeno y metano, tuvo parte de la culpa, junto con el uso de la diatermia como desencadenante. “En casos de obstrucción del tracto gastrointestinal, el bisturí diatérmico no debería utilizarse para penetrar en el lumen gastrointestinal”, recomendaban después de la experiencia vivida.

Asimismo, investigadores israelíes relataron otro suceso similar (Harefuah 1992:123:12-13). "La diatermia quirúrgica es utilizada ampliamente en los quirófanos modernos, aunque la explosión del tracto gastrointestinal es una conocida y grave complicación", escribían, desaconsejando el procedimiento en determinadas situaciones.

Hay más casos descritos en la literatura médica, pero más vale no profundizar demasiado, no sea cosa que salpiquen. Eso sí, está claro que a nadie le gustaría verse en un trance como los comentados, aunque, puestos a ser un poco optimistas, pienso que es mejor que ocurra dentro de un quirófano, anestesiado y rodeado de cirujanos que enmienden el desaguisado como buenamente puedan.


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