martes, 8 de marzo de 2016

Testosterona, el secreto de ganar en casa

Más de uno se habrá preguntado alguna vez por qué el equipo que juega en casa tiene más probabilidades de ganar el partido. ¿El apoyo del público? ¿El hecho de ser como el hogar que arropa al equipo y le otorga mayor confianza? 

Científicos de la Universidad de Northumbria, en el Reino Unido, resolvieron este enigma, según presentaron en una reunión de la Sociedad Psicológica Británica en el 2002. La clave de que en las quinielas abunden los unos se debe a la testosterona.

Tomaron muestras de saliva de los jugadores de un equipo sub-19 inglés antes de jugar dos partidos en casa, dos partidos fuera y dos sesiones de entrenamiento. Por lo visto, antes de los entrenamientos y antes de jugar fuera los niveles medios de testosterona eran de 100 picogramos por mililitro, pero esa medida aumentaba considerablemente, hasta 150 pg/ml, en los momentos previos a un partido en casa frente a un rival importante.

Algunas investigaciones previas ya habían sugerido que, en el mundo del deporte, esta hormona masculina es producida en mayor cantidad por los ganadores, mientras que los perdedores experimentan una caída de sus niveles.

De hecho, en el mundo animal, se ha observado que los aumentos de la testosterona se asocian a la agresividad y al dominio, como un fenómeno instintivo de defensa del territorio. Así, del mismo modo que el ciervo dominante casi siempre gana en las peleas contra rivales que le quieren sustraer su territorio y sus hembras, el organismo de los jugadores de fútbol, independientemente de su salario, produce más testosterona cuando juegan en casa, lo cual se traduce en una necesidad instintiva de ganar basada en la autoconfianza y la agresividad. Basta pensar en Sergio Ramos, Mascherano o Godín para hacerse una idea.

Y esto también se demuestra, a juicio de los investigadores británicos, por el hecho de que el portero local -la última línea de defensa del territorio- suele ser el que produce mayores cantidades de la hormona.

Los mismos investigadores publicaron un año después un segundo estudio sobre el tema en la revista ‘Physiology Behaviour’ (2003;78:269-275) con un equipo de fútbol distinto, aunque con similar propósito. Midieron de nuevo sus concentraciones de testosterona en saliva antes de jugar dos partidos fuera de casa, dos partidos en casa y antes de tres entrenamientos. Y los resultados fueron los mismos, confirmándose al mismo tiempo que los valores de la hormona son más elevados cuando el equipo rival es un contrincante fuerte que cuando es más débil. Imaginad la cantidad de testosterona que se segrega en el campo durante un clásico Barça-Madrid o viceversa. Hasta podría ser suficiente para tratar a todos los pacientes con hipogonadismo que vieran el partido.

Y esto nos lleva a los espectadores. ¿Qué ocurre con sus niveles hormonales? La ciencia también ha buscado la respuesta, y nos llega de investigadores de la Universidad de Valencia, que publicaron su trabajo en ‘PLoS ONE’ (2012;7: e34814). Trabajaban en el Laboratorio de Neurociencia Social Cognitiva de la citada universidad y lo que hicieron fue medir los niveles de testosterona y de cortisol a 50 aficionados españoles que vieron en un lugar público o en casa la final del Mundial de Sudáfrica que enfrentó a España y Holanda, y que ganamos gracias al mítico gol de Iniesta. También midieron las concentraciones de las dos hormonas otro día cualquiera en las mismas 50 personas.

Los resultados, tal como se esperaba, mostraron que los niveles de las dos hormonas fueron mayores mientras transcurría el partido que cualquier otro día, aunque no aumentaron más tras la victoria de la selección. Los autores explican que la testosterona aumentó cualquiera que fuera la edad, sexo y afición futbolística de los participantes. En cambio, el cortisol se incrementó más entre los hombres que entre las mujeres, y en mayor medida entre los jóvenes más futboleros.

“En general, los datos sobre testosterona de este estudio están en la línea de la hipótesis planteada, de modo que los niveles de testosterona de los espectadores aumentaron preparando su organismo para defender o realzar su estatus social”, escribieron los investigadores. En cuanto al cortisol, la llamada ‘hormona del estrés’ u ‘hormona del miedo’, los datos observados apoyan la llamada teoría de la autopreservación, de modo que una secreción mayor de esta hormona entre los aficionados más jóvenes y los más futboleros implica que estas personas percibían una derrota española “como una mayor amenaza hacia su propia autoestima”.

En cualquier caso, teniendo en cuenta que el incremento de la testosterona está íntimamente relacionado con el deseo sexual, tal como han demostrado muchos estudios, no es de extrañar que aquella noche del 11 de julio de 2010 acabará siendo placentera para muchos en todos los sentidos.


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