Más de uno se habrá preguntado alguna vez por qué el equipo
que juega en casa tiene más probabilidades de ganar el partido. ¿El apoyo del
público? ¿El hecho de ser como el hogar que arropa al equipo y le otorga mayor
confianza?
Científicos de la Universidad
de Northumbria, en el Reino Unido, resolvieron este enigma, según
presentaron en una reunión de la Sociedad Psicológica Británica en el 2002. La
clave de que en las quinielas abunden los unos se debe a la testosterona.
Tomaron muestras de saliva de los jugadores de un equipo
sub-19 inglés antes de jugar dos partidos en casa, dos partidos fuera y dos
sesiones de entrenamiento. Por lo visto, antes de los entrenamientos y antes de
jugar fuera los niveles medios de testosterona eran de 100 picogramos por
mililitro, pero esa medida aumentaba considerablemente, hasta 150 pg/ml, en los
momentos previos a un partido en casa frente a un rival importante.
Algunas investigaciones previas ya habían sugerido que, en
el mundo del deporte, esta hormona masculina es producida en mayor cantidad por
los ganadores, mientras que los perdedores experimentan una caída de sus
niveles.
De hecho, en el mundo animal, se ha observado que los aumentos
de la testosterona se asocian a la agresividad y al dominio, como un fenómeno
instintivo de defensa del territorio. Así, del mismo modo que el ciervo
dominante casi siempre gana en las peleas contra rivales que le quieren
sustraer su territorio y sus hembras, el organismo de los jugadores de fútbol,
independientemente de su salario, produce más testosterona cuando juegan en
casa, lo cual se traduce en una necesidad instintiva de ganar basada en la
autoconfianza y la agresividad. Basta pensar en Sergio Ramos, Mascherano o Godín para hacerse una idea.
Y esto también se demuestra, a juicio de los investigadores
británicos, por el hecho de que el portero local -la última línea de defensa
del territorio- suele ser el que produce mayores cantidades de la hormona.
Los mismos investigadores publicaron un año después un
segundo estudio sobre el tema en la revista ‘Physiology
Behaviour’ (2003;78:269-275)
con un equipo de fútbol distinto, aunque con similar propósito. Midieron de
nuevo sus concentraciones de testosterona en saliva antes de jugar dos partidos
fuera de casa, dos partidos en casa y antes de tres entrenamientos. Y los
resultados fueron los mismos, confirmándose al mismo tiempo que los valores de
la hormona son más elevados cuando el equipo rival es un contrincante fuerte
que cuando es más débil. Imaginad la cantidad de testosterona que se segrega en
el campo durante un clásico Barça-Madrid o viceversa. Hasta podría ser suficiente para
tratar a todos los pacientes con hipogonadismo que vieran el partido.
Y esto nos lleva a los espectadores. ¿Qué ocurre con sus
niveles hormonales? La ciencia también ha buscado la respuesta, y nos llega de
investigadores de la Universidad de Valencia,
que publicaron su trabajo en ‘PLoS
ONE’ (2012;7:
e34814). Trabajaban en el Laboratorio de
Neurociencia Social Cognitiva de la citada universidad y lo que hicieron fue
medir los niveles de testosterona y de cortisol a 50 aficionados españoles que
vieron en un lugar público o en casa la final del Mundial de Sudáfrica que
enfrentó a España y Holanda, y que ganamos gracias al mítico gol de Iniesta.
También midieron las concentraciones de las dos hormonas otro día cualquiera en
las mismas 50 personas.
Los resultados, tal como se esperaba, mostraron que los
niveles de las dos hormonas fueron mayores mientras transcurría el partido que
cualquier otro día, aunque no aumentaron más tras la victoria de la selección.
Los autores explican que la testosterona aumentó cualquiera que fuera la edad,
sexo y afición futbolística de los participantes. En cambio, el cortisol se
incrementó más entre los hombres que entre las mujeres, y en mayor medida entre
los jóvenes más futboleros.
“En general, los datos sobre testosterona de este estudio
están en la línea de la hipótesis planteada, de modo que los niveles de
testosterona de los espectadores aumentaron preparando su organismo para
defender o realzar su estatus social”, escribieron los investigadores. En
cuanto al cortisol, la llamada ‘hormona del estrés’ u ‘hormona del miedo’, los
datos observados apoyan la llamada teoría de la autopreservación, de modo que
una secreción mayor de esta hormona entre los aficionados más jóvenes y los más
futboleros implica que estas personas percibían una derrota española “como una mayor
amenaza hacia su propia autoestima”.
En cualquier caso, teniendo en cuenta que el incremento de la testosterona está íntimamente relacionado con el deseo sexual, tal como han demostrado muchos estudios, no es de extrañar que aquella noche del 11 de julio de 2010 acabará siendo placentera para muchos en todos los sentidos.
En cualquier caso, teniendo en cuenta que el incremento de la testosterona está íntimamente relacionado con el deseo sexual, tal como han demostrado muchos estudios, no es de extrañar que aquella noche del 11 de julio de 2010 acabará siendo placentera para muchos en todos los sentidos.
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