martes, 19 de enero de 2016

El silencio de los corderos (sodomizados)

El estudio del cerebro en relación con distintos aspectos de la sexualidad ha dado lugar a la publicación de numerosos artículos científicos. Algunos investigadores han tenido como propósito encontrar una base biológica a la orientación sexual, cuestión no exenta de controversia que ha exasperado no pocas veces a colectivos homosexuales, molestos de que haya gente empeñada en demostrar que son personas biológicamente diferentes. No les falta razón.

El estudio que pretendo comentar entra en este ámbito, aunque no está realizado con seres humanos sino con ganado ovino. Lo publicaron hace algo más de una década investigadores estadounidenses de la Oregon Health & Science University (Endocrinology 2004;145:478-483) y concluyeron que los carneros homosexuales presentan en su cerebro diferencias anatómicas respecto a los carneros heterosexuales.

Los autores ponían de manifiesto que la homosexualidad se da en muchas especies animales. Algunos expertos estiman que un 8% de los machos ovinos muestran preferencias sexuales por otros machos y se olvidan por completo de las mansas y dulces ovejitas. En el caso del estudio que nos ocupa, los autores investigaron un grupo de 27 animales de 4 años de edad: 10 hembras, 9 carneros gays y 8 heterosexuales. En sus hipotálamos encontraron un denso y compacto grupo de células nerviosas que bautizaron nada más y nada menos que como "núcleo dimórfico sexual ovino". Recuerdan que el hipotálamo regula entre otras cosas la secreción de hormonas sexuales, la presión arterial, la temperatura corporal, etc., además de ciertas conductas complejas, tales como el comportamiento sexual.

Pues bien, su descubrimiento consiste en que ese núcleo dimórfico sexual ovino tiene un tamaño significativamente mayor en los machos heterosexuales que en las ovejas y que en los carneros homosexuales. Además, esa porción del cerebro entre los primeros contiene más neuronas. Y también existen diferencias hormonales entre unos grupos y otros.

La conclusión de todo esto, a juicio de los científicos, es que algo hay en el cerebro que hace distintas del resto a las criaturas atraídas por otras de su mismo sexo, y que probablemente sus resultados se podrían extrapolar a los seres humanos, si bien en tal caso habría que prescindir del término "ovino" a la hora de dar nombre a ese núcleo de neuronas del que hablan, por muy borrego que sea el dueño del cerebro.

La investigación tiene su interés -sin duda para la gente interesada en la orientación sexual de los corderos-, pero no es menos interesante estudiar el cerebro de aquel pato que pudo observar el biólogo holandés C.W. Moeliker, que trabajaba en el Museo de Historia Natural de Rotterdam. El ánade no hizo otra cosa que beneficiarse durante unos 75 minutos a otro pato muerto, que acababa de estamparse contra la fachada acristalada del museo. Esto dio lugar al surrealista artículo "El primer caso de necrofilia homosexual en el pato Anas platyrhynchos" (Deinsea 2001;8:243-247). La revista incluye hasta unas espectaculares fotografías tomadas por el propio autor, que inmortalizan la escena y que sin duda pasarán a los anales (¿he dicho anales?) del comportamiento animal.


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