Esta ha sido una semana triste. El cáncer se ha llevado a
dos artistas enormes dignos de toda mi admiración: el cantante David Bowie y el
actor Alan Rickman. Y hace unos momentos he leído en un diario deportivo que en
el Arsenal juega un futbolista galés, Aaron Ramsey, sobre el que parece pesar
una macabra maldición, pues se dice que cada vez que marca un gol muere alguien famoso al cabo
de horas o pocos días.
Resulta que Ramsey, que no es un goleador excepcional -lleva 55 tantos desde su debut en octubre de 2009- marcó gol el sábado y
dos días después falleció el ‘Duque Blanco’. Anoche volvió a anotar y hoy hemos
conocido el fatal desenlace de Rickman.
Otros de sus goles se produjeron poco antes de las defunciones
de Osama bin Laden, Gaddafi, Steve Jobs, Whitney Houston, Robin Williams y
Günter Grass, entre otros. Casi nada...
Está claro que el jugador no tiene ninguna culpa y que esa
maldición funesta es tan solo una especie de broma popular. Muere gente todos los días, y seguro que encontraríamos algún nombre célebre en los obituarios con un margen de dos o tres fechas. Pero es una de esas
creencias folclóricas que al cabo del tiempo cuajan y dan lugar a que algún avispado
investigador se dedique a utilizar el método científico para corroborar o
descartar la maldición y publique sus resultados en el número navideño del ‘British Medical Journal’.
Por ejemplo, en el último número de esta revista médica se
incluyó un artículo sobre otra maldición deportiva, en este caso relacionada
con el ciclismo. Se conoce como la ‘maldición del maillot arco iris’. Esa prenda la
lleva puesta el ganador del campeonato del mundo de ciclismo y se dice desde
hace tiempo que está gafada, que el deportista que la ostenta apenas gana carreras en el año en curso.
Pues bien, un epidemiólogo clínico suizo de la Universidad
de Ginebra llamado Thomas Perneger quiso arrojar luz sobre ese supueste maleficio y conocer mejor su “mecanismo subyacente” (BMJ 2015;351:h6304). La
muestra de su estudio fueron los participantes del Campeonato del Mundo de
Ciclismo en Ruta o del Tour de Lombardía entre 1965 y 2013.
El doctor Pergener contó el número de victorias por
temporada que consiguieron los flamantes ganadores de esas competiciones
durante el año que consiguieron el maillot arco iris (año 0) y los dos años posteriores
(años 1 y 2).
Su idea fue trabajar con varias hipótesis. La primera se
basaba en que es más noticiable el hecho de que un campeón pierda, lo que
Pergener llamó ‘efecto spotlight’. La segunda, que denominó ‘hipótesis del hombre
marcado’, se fundamenta en que el campeón está mejor controlado por sus
rivales por el hecho de ser campeón del mundo y vestir una prenda que lo hace reconocible. Y la tercera, que bautiza con el concepto estadístico ‘regresión a la
media’, considera que un gran año victorioso suele ir seguido de un año con menos éxitos.
Los resultados indican que los campeones del mundo
consiguieron 5,04 victorias en el año 0, seguidas de 3,96 en el año 1 y de 3,47
en el año 2. Entre los ganadores del Tour de Lombardía se observó algo
parecido; 5,08 victorias el año 0, seguidas de 4,22 y 3,83 en los años 1 y 2, respectivamente. Esto
explicaría que la culpa no es del maillot arco iris por sí mismo, sino que sucede a los ganadores de otras citas ciclistas. Aunque me gustaría saber cómo el investigador suizo explica los cinco tours seguidos de Induráin.
Así, aunque parece claro que existe cierto declive de éxitos
tras conseguir el campeonato del mundo, el investigador aclara que esas cifras
de los dos años posteriores son similares que las conseguidas por los mismos
ciclistas durante los años previos al maillot arco iris, lo que confirma su hipótesis de ‘regresión a la media’ y descarta la existencia de ninguna maldición.
El eslovaco Peter Sagan es el vigente campeón del mundo. Está
por ver qué tal le irá este 2016. Eso sí, como Aaron Ramsey logre un hat trick en
el próximo partido del Arsenal, que se pongan a temblar los famosos.
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