miércoles, 27 de enero de 2016

Ese insano vicio de hacer la cama

Algunos medios de comunicación se han hecho eco hace pocos días de un estudio británico que nos habla de esa insalubre costumbre que tienen los humanos –aunque no todos, afortunadamente- de hacer la cama.

El estudio lo firma un tal Stephen Pretlove, de la Kingston University’s School of Architecture, y se refiere principalmente a esos bichitos microscópicos que conocemos como ácaros del polvo y que se encuentran entre los principales causantes de alergia y asma.

Por lo visto, lo que la investigación trata de demostrar es que los ácaros tienen más dificultades para sobrevivir en ambientes cálidos y secos como el que supone una cama deshecha. Por lo visto, en cada cama puede haber como millón y medio de esos bichejos que se alimentan de escamas de nuestra piel. 
Pero el doctor Pretlove y sus colegas han desarrollado un modelo informático que permite estudiar cómo determinados cambios en el hogar podrían reducir el número de ácaros en los lechos. “Sabemos que solo pueden sobrevivir tomando agua del ambiente mediante unas pequeñas glándulas que tienen en el exterior del cuerpo”, explica el investigador. “Algo tan simple como dejar la cama sin hacer durante todo el día puede eliminar la humedad de las sábanas y del colchón, de manera que los ácaros se deshidratan y mueren”, añade.

El siguiente paso de su investigación será estudiar durante dos años lo que ocurre en 36 hogares seleccionados del Reino Unido en los que se ensayará el modelo informático que creado en función de variables como la temperatura, la humedad o la ventilación. Y para ello, el Consejo de Investigación de Ciencias Físicas y de Ingeniería le proporciona unas apetecibles 200.000 libras esterlinas (más de 260.000 euros).

Sin embargo, el trabajo de este científico no es el primero que pone sobre el tapete los problemas derivados de hacer la cama. En mi libro, el que da nombre a este blog, ya comenté otro artículo que apareció publicado en el Canadian Medical Association Journal en el año 2001 (CMAJ 2001;165:1591-1592). Su título: “La cama bien hecha: un riesgo de salud pública no reconocido”.

Sus autores eran Robert Patterson, cirujano general en un hospital de Roosevelt (Estados Unidos), y Christopher Stewart-Patterson, médico general de North Vancouver (Canadá), escribían sobre ese peligroso hábito tan generalizado que protagoniza este post: “No sólo es una práctica antihigiénica, sino que la mecánica de ajustar las esquinas y ahuecar las almohadas es físicamente perjudicial y afecta de forma adversa al bienestar mental de nuestra población”.

Lo cierto es que se trata de un artículo cargado de ironía, de los que se publicaban en la edición navideña de la citada revista médica canadiense. No obstante, en algunas cosas no les faltaba razón. Por ejemplo, explican lo que contienen esas sábanas arrugadas tras una noche de sueño, recordando que un canadiense medio consume unos tres litros de líquido al día –“más aún durante los playoffs”, puntualizan-, y que pérdidas apenas sensibles de esa cantidad a través de transpiración, lagrimeo, epistaxis, enuresis, babas y emisiones nocturnas pueden dejar en las sábanas alrededor de un litro de líquido cada noche.

Cuando uno duerme en un saco de dormir, generalmente sabe que debe ventilarlo, pues de lo contrario la humedad queda atrapada –tal como ya hemos visto que comenta el doctor Pretlove-, por no hablar del tufo corporal. Los doctores Patteron y Patterson consideran que la misma lógica debería aplicarse a la cama, pero la mayor parte de la población, tras un lapso de tiempo más o menos corto, vuelve a cubrir el colchón con sábanas, nórdicos, mantas, cubiertas o edredones.

“Dada la calidez, la oscuridad y una mezcla tan heterogénea como deliciosa de fluidos corporales, no es sorprendente que una cama bien hecha sea caldo de cultivo de bacterias, hongos, parásitos y otras alimañas”, escriben.

Biología aparte, los autores del artículo pasan a los problemas físicos derivados de agacharse, ya que la mayoría de las camas están a una altura relativamente cercana al suelo. Eso implica una flexión lumbar constante que predispone al dolor crónico de espalda. Además, señalan que las camareras de hoteles encargadas de arreglar las habitaciones pueden tener a menudo lesiones tan reconocidas en el ámbito de la traumatología como la “muñeca de la ajustadora de sábanas en las esquinas” o el “hombro de la ahuecadora de almohadas”.

Es más, sostienen que esta despreciable costumbre también puede comportar problemas psicológicos que no están debidamente documentados en la literatura médica: “Podemos dar testimonio por experiencia personal de que la cotidiana discusión sobre a quién le toca hacer la cama puede conducir a enfrentamientos conyugales graves y a estrés psicológico. Incluso algunos colegas nos han confesado que tales discusiones han tenido efectos adversos sobre la frecuencia del coito”.

En resumen, estos dos médicos concluyen que hacer la cama es una pandemia oculta que representa una enorme carga para la salud física y mental de la población. Incluso piden al Gobierno federal que prohíba inmediatamente esta insana costumbre.

Así que no os dejéis tentar por esas webs en las que se describe –por ingenuidad o por malevolencia- cómo dejar la cama perfectamente hecha en diez pasos si no queréis que vuestra salud se resienta. Y pensad en el tiempo que podéis ahorrar. Según los cálculos de Patteron & Patterson: 5 minutos para hacer la cama, precedidos de 10 minutos discutiendo sobre a quién le toca hacerla, multiplicados por 365 días al año durante una expectativa de vida media de 78 años, dan un total de 9 meses, casi el 1% de nuestra vida echada a perder...

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