jueves, 18 de mayo de 2017

Un orgasmo por los pies y un botón del placer

Los misterios del placer sexual femenino han sido estudiados a menudo y en la literatura médica uno puede encontrar investigaciones de todo pelaje. Una de las cosas que llama la atención son los orgasmos llamados “espontáneos”, que experimentan algunas mujeres en situaciones en las que, a priori, no deberían ser excitantes. Sea dicho que para la gran mayoría este fenómeno es una maldición, puesto que no tiene nada de agradable ni placentero alcanzar el clímax cuando no es deseado, lo cual, además, puede ocurrir en situaciones de lo más comprometido.

Diferentes tipos de fármacos se han asociado a estos orgasmos espontáneos, como algunos inhibidores de la recaptación de serotonina que se utilizan para tratar la depresión y la ansiedad. También se habla de un hongo hawaiano cuyo olor –bastante fétido, por lo que dicen- es capaz de desencadenar orgasmos en casi la mitad de las mujeres que lo huelen, según un estudio que se publicó en el ‘International Journal of Medicinal Mushrooms’ (2001;3:162). Los autores explicaron que hicieron su experimento con 16 mujeres y 20 hombres. Seis de las féminas alcanzaron el clímax de forma espontánea mientras que las otras 10 experimentaron un aumento de la frecuencia cardiaca.

Los autores escribieron que el pestilente aroma de esos hongos tropicales tal vez contiene sustancias parecidas a hormonas que comparten algunas similitudes con los neurotransmisores que se liberan durante el acto sexual. En cualquier caso, desde entonces no se ha sabido nada de esas excitantes setas ni los resultados han sido replicados por otros científicos, lo cual pone muy en duda tanto la existencia de los hongos como sus propiedades.

Uno de los casos clínicos más insólitos que podemos encontrar sobre este tema es el de una mujer que acudió al médico quejándose durante el último año y medio de orgasmos espontáneos que tenían su origen en su pie izquierdo (J Sex Med 2013;10-1926-1934), algo que los autores del artículo consideraron una primicia absoluta en la historia de la literatura médica.

Ante este caso único no dudaron en emplear una amplia batería de tests diagnósticos, desde una entrevista en profundidad y una rigurosa exploración física hasta pruebas sensoriales, resonancia magnética, electromiografía y estimulación nerviosa eléctrica transcutánea.

Comprobaron que la estimulación nerviosa de la articulación metatarsofalángica III del pie izquierdo desencadenaba una sensación orgásmica instantánea que se irradiaba desde la planta del pie hacia la vagina. A su vez, si la estimulación eléctrica se aplicaba al lado de la vagina se provocaba un orgasmo que se irradiaba hasta el pie izquierdo. Un asunto de ida y vuelta.

En busca de soluciones –que es lo que pretendía la desdichada paciente-, observaron que el bloqueo del ganglio dorsal izquierdo de la raíz S1 con un fármaco anestésico llamado buìvacaína atenuaba la frecuencia y la intensidad de la sensación orgásmica entre un 50 y un 80%. Además, cuando el bloqueo del ganglio con el fármaco se combinó con radiofrecuencia pulsada, el trastorno desapareció por completo. Caso resuelto.

No obstante, hay quien busca sacar provecho de hallazgos como este. Fue el caso del doctor Stuart Meloy, según relató la revista ‘New Scientist’ en 2001. Trabajaba en un departamento de anestesiología en la ciudad de Winston-Salem (Estados Unidos). Estaba practicando una intervención rutinaria a una paciente, aplicando pequeñas descargas eléctricas en la médula espinal de la mujer con objeto de comprobar su efecto para aliviar el dolor. Durante el procedimiento, la señora estaba despierta para indicar al médico sus sensaciones al aplicarle los electrodos. Pero colocados estos en un punto concreto de la médula espinal, la mujer comenzó a jadear de repente. Según el doctor Meloy, "le pregunté qué pasaba y me dijo: 'Tiene que enseñarle a hacer esto a mi marido'".

La cuestión es que aquel anestesiólogo patentó el invento y buscó financiación para empezar a hacer ensayos clínicos con varias pacientes que tuvieran dificultades para alcanzar el orgasmo. El dispositivo consiste un generador del tamaño de un paquete de cigarrillos que puede implantarse bajo la piel de las nalgas –parecido a un marcapasos, pero en distinto sitio- y conectar sus cables estimuladores a ese punto de la médula espinal que desencadena instantáneamente los orgasmos. Se activaría con un mando a distancia que, en opinión del médico, debería programarse para que la usuaria no abusara demasiado de esta tecnología: solo una vez al día o cuatro veces por semana..., por ejemplo.

Opinaba, además, que su invento ayudaría a muchas parejas a superar los problemas de la anorgasmia femenina. ¿Qué hay más fácil que apretar un botón para dejar satisfecha a una amante? El problema es que para la implantación del instrumento hay que pasar por el quirófano. A pesar de ello, el inventor opinaba que su idea tenía buena salida en el mercado. "Si hay chicas de 15 años que se someten a dolorosas operaciones para aumentar el tamaño de sus pechos cuando no tienen por qué –declaró-, seguro muchas mujeres estarán dispuestas a implantarse mi invento". Eso sí, consideraba que solo deberían ser candidatas aquellas mujeres con verdaderos problemas para alcanzar el clímax.

Sin embargo, el seguimiento de aquella historia nos revela que el éxito no estaba para nada asegurado. Ya en 2003 el doctor Meloy manifestó que era muy difícil encontrar voluntarias para llevar a cabo los primeros estudios. Y en 2014 volvió a aparecer en los medios para decir que no había manera de conseguir los 6 millones de dólares que consideraba necesarios para hacer un estudio científico completo en condiciones para que la FDA estadounidense, la agencia encargada de autorizar medicamentos y otros productos médicos, diera el visto bueno a la comercialización de su ‘orgasmatrón’. Habrá que seguir esperando y seguiremos atentos al porvenir del doctor Meloy.


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