martes, 25 de abril de 2017

Rock australiano y habilidades quirúrgicas

En el artículo anterior escribí sobre el llamado “Efecto Mozart” y de cómo la propia responsable del estudio que dio pie al revuelo mediático que tuvo lo cuestionaba, diciendo que su pequeña investigación no demostraba en ningún momento que escuchar al genio de Salzburgo volviera más inteligentes a las personas.

También comentaba un insólito estudio en el que se concluía que los endoscopistas que practicaban colonoscopias aumentaban su tasa de detección de pólipos precancerosos si escuchaban música de Mozart.

El tema de la influencia de la música sobre la inteligencia, las habilidades médicas o incluso sobre la propia salud ha llenado muchas páginas de literatura científica. Por ejemplo, se ha estudiado si la música de Mozart influye en los resultados de la campimetría –prueba para evaluar el campo visual- en pacientes con glaucoma (Investigative Ophthalmology & Visual Science 2010,51:5521). Por cierto, se observó que no influía en absoluto.

Incluso se ha comparado la música de Bach con la de Mozart en recién nacidos prematuros para comprobar si les ayuda a reducir el gasto de energía en reposo (Journal of Perinatology 2014;34:153-155). En este caso sí que observaron diferencias a favor del compositor austriaco y en contra del alemán.

Ni siquiera Bob Marley escapa al escrutinio, pues existe un artículo donde se concluye escuchar reggae da lugar a una manipulación más eficiente del instrumental en la mesa de operaciones (Surgical Innovation 2010;17:306-311). Eso sí, sin fumar marihuana simultáneamente.

Pero ya puestos a idear investigaciones científicas raras sobre el tema de la música y medicina, he encontrado un artículo de 2016 en el que se estudió de qué modo podía afectar la música clásica y el rock a la pericia de los cirujanos (Medical Journal of Australia. 2016;205:515-518).

Los autores, eminentes galenos de la Facultad de Medicina del Imperial College London y del Royal College of Music de la capital británica, consideraban que escuchar música en quirófano tiene efectos beneficiosos y perjudiciales, y decidieron estudiar como afectaba a la velocidad, a la precisión y a las distracciones bisturí en mano.

Lo más positivo del estudio es que no tuvieron que utilizar pacientes de carne y hueso en el experimento. De hecho, ni siquiera fueron cirujanos los que participaron en semejante investigación. Hubo un solo paciente: el monigote conocido como ‘Cavity Sam’, protagonista de ese juego infantil que en nuestros lares se conoce como ‘Operación’ y que recordaréis muchos por la foto que he puesto un poco más arriba.

Los ‘cirujanos’ fueron 352 personas del público asistente al Imperial Festival celebrado en Londres en mayo de 2016. Todos eran mayores de 16 años, ninguno tenía formación quirúrgica y -como cabía esperar para una investigación de esta índole- ninguno era sordo.

Aleatoriamente fueron distribuidos en tres grupos para escuchar con auriculares música clásica, rock o el sonido habitual –sin música- que hay en un quirófano. En el primer caso oían un fragmento de la Sonata para dos pianos, K 448, de Wolfgang Amadeus Mozart; y en el segundo el tema ‘Thunderstruck’ de la banda metalera australiana AC/DC. Al mismo tiempo, tenían que ‘extirpar’ tres órganos de Cavity Sam con unas pinzas quirúrgicas. Se midió el tiempo que tardaron en hacerlo, el número de errores y las distracciones.

Los resultados muestran que escuchar a AC/DC se asoció a una peor actuación de los hombres, pero no de las mujeres, a la hora de ejecutar complejos procedimientos quirúrgicos en el juego ‘Operación’. Se tarda más en extirpar hígados, pulmones y riñones y, además, con más errores, lo que significa que al monigote se le encendía la nariz por falta de habilidad con las pinzas. No es de extrañar si uno se los imagina agitando la cabeza como Angus Young. 

Por otro lado, escuchar música clásica disminuyó las distracciones de los ‘cirujanos’ improvisados, pero ello depende del gusto de cada cual. Es decir, que la música de Mozart solo resulta beneficiosa para los amantes de Mozart y no para el resto.

En definitiva, los autores concluyen que el rock –y en especial el hard rock australiano- ejerce un efecto perjudicial sobre la pericia quirúrgica y aconsejan, sobre todo a los cirujanos varones, que no lo escuchen cuando operen a pacientes ni cuando jueguen a ‘Operación’. Yo añadiría que tampoco intenten trasplantar un páncreas mientras bailan la ‘Macarena’, al menos con pacientes de verdad.

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