viernes, 7 de abril de 2017

Mozart y las colonoscopias

Tal vez algunos hayáis entrado en este post intrigados por su título, preguntándoos qué demonios tendrá que ver el maestro de Salzburgo con la introducción por el recto de una cámara de vídeo fijada a una sonda.

Pues la relación existe, por lo menos a tenor de un estudio médico que se presentó en las Sesiones Científicas del Colegio Americano de Gastroenterología de 2011. Resulta que cuando los médicos que practican colonoscopias llevan a cabo este procedimiento al mismo tiempo que escuchan música de Mozart, su habilidad para detectar pólipos precancerosos aumenta. ¡Viva Mozart!

Seguramente no compuso su ‘Réquiem’ ni su ‘Sinfonía número 40’ con intención de mejorar el cribado de adenomas en el colon, pero mira por donde, su magistral obra tiene esos efectos. Es lo que explicaron la doctora Catherine Noelle O’Shea y el doctor David Wolf, del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas, en Houston (Estados Unidos), en aquellas sesiones científicas.

En la investigación participaron dos endoscopistas expertos con un historial más de un millar de colonoscopias a sus espaldas. Para el estudio hicieron su labor habitual ensartando pacientes con su instrumento –el colonoscopio, claro está-, pero a veces lo hacían escuchando música de Mozart y a veces en silencio.

Los resultados son significativos. En el caso del primer endoscopista, lo habitual era que detectara pólipos precancerosos en el 21% de las colonoscopias, pero en el estudio alcanzó el 67% cuando escuchaba la música y el 30% sin música. El segundo tenía una tasa del 27%, que aumentó al 37% al escuchar a Mozart, aunque incluso más en silencia (40%).

Según declaró la doctora O’Shea cuando presentó los resultados, “la tasa de detección de adenomas está relacionada con una reducción de la incidencia del cáncer colorrectal, por lo cual es un importante indicador de calidad de la colonoscopia. Cualquier cosa que podamos hacer para aumentar esa tasa puede ayudar a salvar vidas”. Magnífico.

Os preguntaréis qué sucedería si en lugar de escuchar a Mozart les pusieran un disco de Isabel Pantoja o de Luis Aguilé. Mejor no dar ideas, que suficiente tortura es para el paciente la colonoscopia por sí sola, sobre todo en ausencia de sedación.

Sin embargo, vale la pena recordar por encima qué es eso que llaman “Efecto Mozart”. La historia viene de lejos, concretamente de 1993, cuando una psicóloga estadounidense llamada Francis Rauscher publicó un pequeño experimento en forma de carta científica que causó un revuelo desproporcionado (Nature 1993;365:611).

Su estudio consistió en que un grupo de estudiantes hiciera un test de razonamiento espacial después de escuchar durante diez minutos una sonata de piano de Mozart. Otros realizaron la prueba después de diez minutos de silencio y otros después de diez minutos escuchando una voz monótona. Los resultados mostraron que la mejor puntuación en aquella tarea de razonamiento espacio-temporal la obtuvieron los que escucharon la sonata.

Justo en el momento de publicarse llamó la atención de la agencia Associated Press, cuya interpretación de los resultados se multiplicó exponencialmente por los medios de comunicación de todo el mundo, desvirtuando los verdaderos datos y relacionando el escuchar a Mozart con un aumento de la inteligencia en todos sus aspectos.

Y eso a pesar de que la psicóloga quiso dejar claro en todo momento que se trataba de un pequeño estudio, que se refería únicamente al razonamiento espacio-temporal y que los efectos observados no duraban más allá de 10 o 15 minutos.

Pero claro, el ser humano tiende a creerse lo que le da la gana, y no tardaron en multiplicarse las ventas de CD del compositor austriaco. En las revistas para padres primerizos se fomentó que sus los recién nacidos escucharan su música para ser más listos en el futuro y no sé cuántas majaderías más. Hasta un gobernador de Georgia decidió regalar discos de música clásica a los padres que tuvieran un nuevo hijo, camino que siguió su vecino estado de Tennessee. Por lo visto, creo que en ninguno de los dos estados sureños ha aumentado el coeficiente intelectual de su población como consecuencia de aquella idea, sobre todo si nos atenemos a los resultados de las últimas elecciones presidenciales.

La popularidad de Francis Rauscher creció y, aunque al principio el revuelo causado le pareció más o menos divertido, cambió su situación cuando comenzó a recibir amenazas de muerte por declarar en una entrevista que no opinaba que escuchar rock tuviera los mismos efectos sobre el cerebro que escuchar a Mozart. Los rockeros ofendidos eran implacables. Por la tanto, tuvo que aclarar al cabo del tiempo que la clave no está en Mozart. “Cualquier música que a uno le guste hará lo mismo –dijo-, porque en comparación con el silencio, el cerebro lo encontrará estimulante. Si odias a Mozart, no vas a encontrar un ‘Efecto Mozart’; si te gusta Pearl Jam, vas a encontrar un efecto ‘Pearl Jam’".

Posiblemente tenga razón, pero sigo dudando de las virtudes del ‘Efecto Pantoja’.


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