Hoy vamos con un caso clínico singular que publicaron
médicos de la Universidad de Munich hace algo más de un año (JAMA
Neurology 2015;72(12):1524-1526). Resulta que un joven alemán de 25 años,
estudiante de educación física, tuvo un accidente de esquí y quedó sepultado
por una avalancha de nieve en noviembre de 2008 que lo dejó inconsciente y en
situación de hipoxia –falta de oxígeno- durante alrededor de 15 minutos.
Afortunadamente, uno de sus compañeros de esquí era un paramédico que lo
rescató y le hizo la resucitación cardiopulmonar, tal como explica en la citada revista el doctor Berend Feddersen, primer firmante del artículo.
El joven sufrió, además, rotura del bazo y fractura de cadera,
y como consecuencia de la falta de oxígeno, acabó experimentando espasmos
musculares repentinos. Estos espasmos mioclónicos afectaban a los músculos de
su cara cuando hablaba y a los de las piernas al caminar.
Cuando todavía estaba en el hospital comenzó a experimentar
un tipo de convulsiones, llamadas convulsiones clónicas tónicas espontáneas en
su brazo izquierdo –hay que puntualizar que el paciente era diestro-, de modo
que los músculos se endurecían y se movían rítmicamente. Para controlar el
problema, los médicos le recetaron medicación antiepiléptica.
La principal curiosidad del caso se observó unas pocas semanas más
tarde, cuando el sujeto abandonó el hospital y entró en un centro de
rehabilitación. Resulta que se puso a hacer un sudoku y su brazo izquierdo
comenzó con las convulsiones.
Según los investigadores, al final se descubrió que eran los
sudokus los que desencadenaban este tipo de crisis, debido a que el joven tenía
una “intensa imaginación tridimensional” que se activaba cada vez que trataba
de resolver este tipo específico de pasatiempo, pero no cuando hacía otros ni cuando leía.
Para los científicos, el problema fue consecuencia de la
hipoxia sufrida durante el alud de nieve, la cual provocó la muerte de fibras
inhibitorias que ralentizan la señalización cerebral en una zona determinada, la región centro-parietal derecha, que es la que se activa al
emplear la imaginación tridimensional.
Comprobaron también que cuanto más potentemente activaba su
imaginación tridimensional haciendo sudokus, las convulsiones en su brazo
izquierdo eran más intensas. Cuando dejaba de hacer el pasatiempo, las
convulsiones remitían.
Con los años siguió teniendo problemas musculares al hablar
y al caminar, aunque mejoraron notablemente con la fisioterapia. En cuanto a las
convulsiones de su brazo izquierdo, desaparecieron con la medicación
antiepiléptica, pero sobre todo, con el abandono definitivo de los sudokus.
Este juego se popularizó en Japón en los años ochenta y se
expandió por todo el planeta hacia 2005, cuando la mayor parte de los diarios
lo comenzaron a incluir en sus páginas de pasatiempos. Pero debéis saber que su
origen no tiene nada que ver con el país del sol naciente y que se atribuye su
invención al matemático suizo del siglo XVIII Leonhard Euler de Basilea. Desde
luego, no lo llamó sudoku, que en japonés significa algo así como “número
único”.
Como muchos otros juegos numéricos, de palabras o de lógica,
constituye un fantástico ejercicio mental, gimnasia cerebral que solamente es recomendable abandonar si os ha aplastado una
avalancha de nieve y habéis estado un cuarto de hora sin poder respirar.
El caso del joven esquiador alemán es un hecho insólito que nos demuestra, una
vez más, lo poco que sabemos acerca de nuestra mente. Como escribió el noruego
Jostein Gardeer en su novela ‘El misterio del solitario’, “si nuestro cerebro
fuera tan sencillo como para poder entenderlo, seríamos tan tontos que, de
todos modos, no lo podríamos entender”.
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