jueves, 15 de diciembre de 2016

Sobre el pestilente aroma de la orina tras haber ingerido espárragos

Ya está colgado en la red de redes el número navideño del ‘British Medical Journal’. Como sabréis algunos asiduos a este blog, se trata de un número especial en el que cada año, en aras del buen humor, se publican unos cuantos artículos extravagantes y algunas investigaciones médicas estrafalarias, de las cuales iremos dando cuenta en próximas entregas.

Pero de momento, y dado que esta noche me voy de cena con unos colegas a un sitio donde sirven unos excelentes espárragos trigueros, voy a decantarme por un trabajo dedicado los factores hereditarios que determinan la capacidad de detectar olfativamente en la orina los metabolitos de los espárragos.

El artículo se titula “Sniffing out significant ‘Pee values’: genome wide association study of asparagus anosmia”, y juega con la similitud fonética de “P”, la letra que se utiliza (P-valor) para determinar si un resultado es estadísticamente significativo, y “pee”, que no es otra cosa que “pipí”. Por lo tanto, la traducción sería algo así como “Olfateando ‘valores pipí’ significativos: estudio de asociación de genoma completo de la anosmia del espárrago” (BMJ 2016;355:i6071).

viernes, 2 de diciembre de 2016

El irresistible aroma del sobaco de los comedores de ajos

Imagino que el título habrá chocado a más de uno. Y a más de una también. Pues que sepáis que es la conclusión prácticamente literal de un reciente estudio científico que viene a decir lo siguiente: “Muchachos, la fragancia de vuestras axilas aumentará vuestro sex appeal ante las mujeres si coméis ajo”. Otra cosa bien distinta será vuestro aliento, desde luego.

La investigadora Jitka Fialová, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Carlos de Praga es la primera firmante del artículo titulado “El consumo de ajo afecta positivamente a la percepción hedónica del olor corporal axilar”. También son coautores Jan Havlíček, de la misma universidad, y S. Craig Roberts, de la Universidad de Stirling (Reino Unido). Su magnífico y perfumado estudio se publicó en la revista Appetite el pasado mes de febrero (2016;1;97:8-15).

Comienzan ensalzando las virtudes saludables del ajo, algo que se conoce desde tiempos inmemoriales, lo mismo que su más famoso efecto adverso, que no es otro que el peculiar olor del aliento que emanan sus consumidores. Relatan que a los egipcios que construían las pirámides les daban ajo para incrementar su vigor y que incluso se encontraron dientes de ajo en la tumba de Tutankhamon. Plinio el viejo lo prescribía para distintas enfermedades, Louis Pasteur reconoció sus propiedades antibacterianas y durante la segunda guerra mundial se usó como antiséptico para prevenir la gangrena. Como veis, sus beneficios saludables se han estudiado a fondo, y lo mismo puede decirse del fétido aliento que provoca su consumo, del que es bastante responsable una sustancia llamada alil metil sulfuro.